Jennifer Orozco | LA PRENSA.- A “La Baba” un chofer lo arrastró casi 50 metros y después se dio a la fuga. José Gregorio Peña murió luego de ser arrollado en la avenida Florencio Jiménez, al oeste de Barquisimeto, justo frente al Cementerio Municipal.El hombre de 40 años era de El Tocuyo, pero tenía más de 10 años viviendo en Barquisimeto.
Trabajaba entre el cementerio y casas particulares. Podaba grama, cortaba monte, limpiaba tumbas también hacía trabajos como albañil o cualquier cosa que lo pusieran a hacer. “Era muy dinámico y confiable” dijeron algunos floristas del cementerio ayer tras enterarse de la muerte. “La Baba” hizo varios trabajos de jardinería por Santa Rosalía y supuestamente, ganó bastante plata.
Luego se compró una botella de aguardiente para echarse unos palitos. El hombre se quedó a dormir en una de las floristerías fuera del cementerio porque su dueño lo dejó cuidando una mercancía. Como el hombre era de confianza, pasaba los días en el mismo lugar y cualquiera le daba
aposento.
Pero las 5:30 de la mañana, salió del negocio para comprar un cigarro. Caminó hasta un terreno habitado que está al frente del cementerio y llegó a un ranchito verde que es una bodega. Allí compró el cigarro y cuando estaba de regreso, en el canal sentido oeste-este, un vehículo lo arrolló. Al parecer, “La Baba” fue arrastrado 50 metros y el cuerpo le quedó todo destrozado.
El conductor iba a tal velocidad que a nadie le dio chance ni siquiera de ver qué tipo de vehículo era.“La Baba” murió en el pavimento sin auxilio de nadie. A uno de sus hermanos mayores que vive cerca del sitio del suceso le avisaron lo ocurrido y el hombre se fue corriendo al sitio con una grúa. Allí lo trasladaron al Hospital Central, pero no sirvió de mucho.
Lo ingresaron a morgue a las 6:30 de la mañana, y su hermana mayor, Dalia Peña, llegó de El Tocuyo directo a verlo. Cuando la señora salió de la sala patológica, daba gritos de dolor. “¡Por qué, por qué Dios, mi hermano!”, repetía Dalia, sin consuelo.Ella lo había visto hace un mes, cuando el fue hasta su casa a dejar la ropa que usaría el 24 de diciembre.
Un pantalón de vestir, una camisa blanca y unas sandalias de cuero marrón que le había regalado su amiga Cecilia, que es una señora que lo estaba ayudan
do y le estaba dando de comer a diario.“La Baba” como le decían cariñosamente, se ganó muchos amigos trabajadores del cementerio por ser fiel y colaborador,
además de respetuoso.