viernes, 22 noviembre 2024
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Accidente mortal en la Circunvalación

Edy Pérez | LA PRENSA.- Juan de la Cruz Sivira tiene arañazos en la fren­te. No parece de 55 años. La delgadez y las arrugas en el rostro muestran a un hombre mayor. Per­manece parado frente a su rancho de zinc, el que levantó hace ocho años con sus propias manos para darle vivienda a su mujer y a sus nueve hi­jos. Respira profundo y suelta: “Traté de salvarla, la jalé y la saque. Estaba tapiada por los escom­bros, pero no habló. Esta­ba muerta”, cuenta con voz quebrada.

Son las 8:00 de la maña­na y hace cuatro horas que una gandola Mack, cargada con más de 70 pi­pas contentivas de un di­solvente, se estrelló con­tra el rancho que está a orillas de la Circunvala­ción Norte, en Colinas de San Lorenzo. El hombre llora. Tiene ocho hijas y un varón, pero cada uno es un tesoro para él. “No vuelvo para este rancho, que el gobierno me reu­bique, no vuelvo a meter a mis hijos aquí”, exige el padre de la víctima.

Juan reconoce que tiene mal sueño. Es de los que despierta a cada hora, en­tra a la habitación de las seis hijas que aún viven bajo su techo. Se percata de que el varón esté acos­tado, da una vuelta por la cocina y se vuelve a acos­tar. A las 4:30 de la ma­drugada de ayer hizo lo propio.

Iba a despertar a su hijo de 16 años que tenía que ir con el vecino a vender hortalizas, pero lo encon­tró junto a su hermana de 15 años asomados en la puerta trasera del ran­cho que da hacia la Cir­cunvalación Norte. “Habían escuchado los frenazos de unos carros y se pararon”, cuenta Juan.

Él estuvo un momento en la puerta junto a sus hijos, pero decidió entrar a la cocina. “No sé qué fui a hacer a la cocina porque ni café tengo”, confiesa.

De repente, “sentí el gol­pe en la espalda”, narra con voz altiva. “¡Mis hijos!”, fue lo pri­mero que dijo en voz alta y cuando volteó vio un cúmulo de bloques, tapas de zinc y escuchó la voz de su hijo. “¡Papá sáque­me!”, le suplicaba el mu­chacho. Juan levantó las láminas, quitó los blo­ques y haló al hijo. “¡Me duele, me duele!”, se quejaba.

El joven tenía el fémur derecho afuera. “Se le ve­ía el hueso”, recuerda Juan. Lo acostó en una tabla de madera, llegaron los vecinos y entre todos siguieron quitando los escombros. Sacaron a la quinceañera que quedó tapiada, pero ya estaba muerta.

Otros vecinos bajaron del barrio hacia la auto­pista y sacaron al chofer de la gandola, Miguel Quintínez; el hombre es­taba lesionado. Lo mon­taron a él y al muchacho en un camión y los lleva­ron a la emergencia del hospital Central.

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