Euseglimar González | LA PRENSA.- “Por favor no me maten, no lo volveré a hacer. No voy a robar más”, decía con un hilo de voz un hombre de aproximadamente 25 años, de piel morena. El chamo estaba amarrado a un poste y amordazado.
Ayer a las 11:30 de la mañana llegó el tipo a la carrera 23 con calle 39 y “pegó” a una señora. Le pidió todas las pertenencias, la amenazaba con un cuchillo. Cuentan que en medio del robo el hampón le cortó el brazo a la víctima, pero muchas personas lo vieron y se fueron contra él.
Comerciantes de la zona comentaron que la señora que resultó herida fue trasladada hasta un centro de salud para que fuera atendida. Al parecer, la herida no fue tan profunda.
“¡Agárrenlo, agárrenlo!”, gritaban los hombres corriendo detrás del choro. Detallan que cuando agarraron al tipo comenzaron a golpearlo en la cara y por las costillas. “¿Te gusta robar?, ¿te la das de machito?”, le decían en medio de la golpiza.
Al choro le metieron tremenda paliza, su cara estaba hinchada y por la boca le salía sangre. La furia se apoderó de las personas que seguían golpeando y decían “vamos a quemarlo”. Al chamo le quitaron toda la ropa y quedó completamente desnudo. Lo amarraron a un poste de electricidad, sentado y con las manos hacia atrás.
El hombre a pesar de estar amordazado hablaba. Pedía al grupo de personas clemencia para que lo dejaran ir. Pero ellos se oponían y decían que le iban a rociar gasolina y prender un fósforo.
“¡No. Por favor. No me maten, por el amor a Cristo yo tengo un hijo. No lo hagan”, decía en medio del llanto el malandro. “¿No te gusta robar?, todas las personas como tú terminan muertos”, le hablaba un joven mirándolo a la cara.
El hampón duró más de 30 minutos amarrado en el poste. Mientras que los que estaban allí llamaban a la Policía para que se lo llevara detenido. Al chamo lo tenían rodeado y cada vez que hablaba lo golpeaban. El pantalón se lo lanzaron al techo, mientras que la franela la tenía por la espalda.
“¡Déjenme ir!”, gritaba el hombre, pero no le hacían caso. Lo golpeaban y hasta le daban patadas.
En ese momento llegaron dos mujeres, quienes le pidieron a los hombres que lo golpeaban que no lo hicieran más, que ya era suficiente. “Ya por Dios. Déjenlo quieto, no lo vayan a matar”, le dijo una señora a unos muchachos. Pero ellos gritaban y le decían que había herido a una persona.
“¿Si fuese matado a la señora?, aquí nos estaríamos lamentándonos todos. A tipos como esos hay que meterlos presos”, comentó un joven. En ese momento, un joven venía corriendo con un vaso en la mano. “¡Aquí está lo que pedían, gasolina!”, el muchacho le vació el vaso encima.
“¡No me maten. No, no!”, gritaba el tipo que por poco era linchado. Pero el líquido que derramaron sobre él era sólo agua. “Con un cuchillo o arma los malandros como tú se creen muy poderosos, pero cuando los atrapan sufren. Tranquilo, que no te mataremos, no somos como tú”, soltó otro hombre.
Una señora fue quien salvó al hombre, pidió que lo soltaran y lo dejaran ir. “Él ya pagó por lo que hizo. Dios se encargará de él”, hablaba mientras le daba la franela para que se tapara sus partes íntimas.