viernes, 22 noviembre 2024
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Buscan justicia con sus manos ante índice de impunidad

Euseglimar González | LA PRENSA DE LARA.- La violencia invertida: víctimas pasan a ser victimarios. Un robo, un abuso sexual o un homicidio desencadenan un escenario sangriento, personas deciden tomar la justicia por sus propias manos y terminan linchando a los presuntos delincuentes. En Lara, en los últimos cinco años, son varios los casos que se han registrado por linchamientos a individuos, que en su mayoría han cometido un delito.& ;

Desde el año 2015 la toma de «justicia» por sus propias manos disparó los linchamientos en el país, solo ese año se registraron al menos 30, mientras que en el año 2017 en Barquisimeto se registraba un linchamiento a diario.& ;

Entre el año 2020 y 2021 se han registrado diez linchamientos en Lara, donde las personas han resultado con graves lesiones, mientras que tres personas perdieron la vida por la furia de una turba de gente que exigía justicia.

En enero de 2021, una pareja que, presuntamente, se dedicaba a robar a transeúntes del centro de Barquisimeto por poco muere por linchamiento. El domingo 17 de enero, un joven era sometido por dos personas, quienes pretendían robarle el celular, las personas que se encontraban en la calle 13 entre carreras 21 y 22, se percataron y corrieron a rescatar al muchacho, que era víctima de los delincuentes.& ;

Al joven no lo robaron, pero la turba de la gente se fue en contra de la pareja& ; que según ellos eran los que habrían intentado robar al muchacho. A los dos comenzaron a golpearlo, le quitaron toda la ropa, dejándolos completamente desnudos, al mismo tiempo que le decían hay que «darles una pela para que dejen de ser ladrones».& ;& ;

Las imágenes quedaron grabadas en videos de celulares que rápidamente corrieron por las redes sociales. En el material audiovisual se oye a un hombre que grita e insulta a la pareja. El hombre sostiene a la dama que está casi desmayada y trata de taparse sus partes íntimas. El caos grabado es la viva escena de impunidad, esa que denuncian y que tildan que el Gobierno no hace cumplir la ley y que alimenta el desespero de una población que grita justicia.& ;

Según los registros que a diario lleva LA PRENSA, en la región larense, el año pasado ocurrieron ocho linchamientos en los municipios Iribarren y Palavecino. Uno de los casos, ocurrió el año pasado cuando un delincuente intentó robar a un grupo de personas que estaban haciendo la cola para echar gasolina y fueron ellos mismos quienes lo agarraron y comenzaron a golpear, luego lo amarraron a un poste eléctrico y llamaron a la Policía.

A Deivis José Luque, de 35 años, lo golpearon, apuñalaron y arrastraron luego de estar muerto. Un grupo de personas enardecidas lo señalaron de, presuntamente, intentar abusar sexualmente a una adolescente, el hecho ocurrió en diciembre del año pasado, en el kilómetro 16 de la avenida Florencio Jiménez, al oeste de Barquisimeto.

«Pedían justicia, no los robaron porque los atraparon y golpearon, pero se convirtieron en unos asesinos. Solo Dios es quien da y quita la vida», sostuvo Oscar Terán, habitante de El Roble, quien contó que hace algunos años presenció un linchamiento, que si no llega la Policía, a la persona la matan.& ;

¿Impunidad?

Las personas toman la justicia por sus propias manos y aseguran que muchos «castigan» a los ladrones porque los cuerpos de seguridad no lo hacen.& ;

«No justifico a los agresores, pero creo que ellos se llenan de ira al ver que los delincuentes están campantes robando por las calles, muchas veces atacan al que más trabaja y las autoridades no aplican correctivos», sostuvo una mujer, quien prefirió no identificarse.& ;

María Palomo, coordinadora del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) aclaró que un linchamiento es un maltrato físico sobre un individuo sospechoso o presuntamente culpable de un delito por parte de un grupo de personas, sin que medie un proceso legal y que eventualmente culmina en la muerte de la víctima. Detalla que las razones psicosociales van desde la frustración de las personas ante la impunidad sistemática y prolongada, hasta la recurrencia de los hechos delictivos que agota la tolerancia de las víctimas.

«El problema comienza desde lo institucional, el inadecuado sistema de justicia en Venezuela deja repercusiones, pues devuelve a las calles a individuos que previamente capturados, han cometido delitos lo que despierta la ira en la sociedad», comentó.

Desde hace años hay comunidades en Barquisimeto que se han organizado para mantenerse en alerta por si ocurre algún robo por la zona y así tomar la justicia por sus propias manos ante la inacción de cuerpos de seguridad.

«Cuando ocurrió el apagón se hacían guardias porque los malandros venían a echar broma. Claro no pensábamos matarlos, pero si atraparlos y llamar a la policía», comentó un vecino del barrio Los Pocitos.

Por venganza

En el año 2012, fue detenido Gustavo José Urbina, quien junto a su hermano, Julio Ramón Bolívar, de 28 años, asesinó a José Luis Flores (24) en Río Claro, Barquisimeto, porque presuntamente les robó una moto, cobró rescate y la entregó sin varias piezas.

Los hermanos enfurecidos ubicaron a José Luis en el barrio Cementerio de Río Claro. Uno de ellos le disparó, dejándolo malherido y aunque sus familiares lo auxiliaron y llevaron hasta el centro asistencial, murió al día siguiente.

Para ese momento se supo que Julio estaba prófugo de la justicia y funcionarios del Eje de Homicidios del Cicpc lograron atrapar solo a Gustavo, quien se encontraba en su casa cuando los uniformados hicieron el allanamiento.

Como el caso de los hermanos hay muchos que se han registrado en Lara. Víctimas que hacen justicia por su cuenta, sin pensar en las responsabilidades penales que enfrentarán, porque así sea un grupo de personas todos pueden caer presos por un homicidio.

Desata la furia

El crimen de una mujer desató la furia. Eran las 8:30 am del 16 de enero de 2019, de la vereda de la calle 5, cerca de la vivienda 20 de la urbanización Yucatán, al norte de Barquisimeto, salía humo. La estela la emanaba un árbol y a centímetros estaba el cuerpo carbonizado de un hombre, que minutos antes de morir, fue linchado.

El hombre carbonizado junto a dos delincuentes más, presuntamente, intentaron robarle la camioneta a la comerciante Naizú Evelin Bracho Mogollón (37) y la comunidad tomó represalias contra ellos.

Presumen que Naizú comenzó a gritar para que no le hicieran nada, por lo que uno de los delincuentes le disparó en el maxilar izquierdo y la mató de forma inmediata.

Al no poderse llevar la camioneta y ante el tumulto de gente que salía de sus casas para ver que había ocurrido, los criminales salieron corriendo con rumbos distintos. En ese momento, un vecino gritó «agárrenlo que robó» y varias personas de la comunidad lo persiguieron. El hampón corrió por toda la calle 5, pasó por el frente de 44 casas y justo en la vereda de la calle 20 fue interceptado por más de 20 personas.

«A ese tipo lo golpearon hasta decir basta. Era mucha la impotencia, dolor y rabia la de los vecinos y nadie podía hacer nada para detenerlos», comentó ese día una vecina de la comunidad.

Al hombre, identificado como Joiber Zambrano, lo rociaron de gasolina y luego prendieron candela. Su cuerpo quedó completamente carbonizado y su cara era irreconocible.

Familiares lo reconocieron días después en la morgue del Hospital Central. «Si cometió un delito debieron denunciarlo y no matarlo de la manera más cruel», dijo un allegado de Joiber.

Con denuncia

Un robo, un abuso sexual o cualquier otro delito se debe denunciar. Fuentes policiales aseguraron que en mucho de los casos de linchamientos las personas no lo han denunciado, aunque los victimarios aseguren que el delito es recurrente.

«Si no hay denuncia no hay delito. Las personas que son víctimas de delitos deben denunciar ante los cuerpos de seguridad para que se apliquen los correctivos», comentó un jefe de un cuerpo de seguridad en el estado Lara.

La fuente consultada por LA PRENSA detalló que en Lara las cifras de muertes por linchamientos han bajado, sin embargo, se han presentado algunos intentos que terminan con personas lesionadas como ocurrió la primera quincena de enero de este año.

Los primeros días de mayo, un hombre resultó fuertemente golpeado en Palavecino y supuestamente su muerte ocurrió por linchamiento.

La impunidad genera violencia

«Una sociedad sin justicia termina haciendo justicia por sus manos, todo se vuelve anónimo, no funcionan las instituciones, la gente asume que puede hacer justicia por sus manos y eso genera un espiral de violencia», comentó Nelson Freitez, representante de la red de derechos humanos en Lara.

El sociólogo explica que con los linchamientos se da un daño antropológico, pues una sociedad está disolviendo sus tejidos sociales y es cuando comienza a generar focos de violencias ante las situaciones de robo y violación de los Derechos Humanos.

Freitez destacó que este fenómeno (linchamiento) hoy no es tan masivo como se llegó a ver, pero pudiese llegar de nuevo ante un grado de impunidad, donde la gente siente que no hay un Estado y que cada quien tiene que resolver sus situaciones.

A Danny José Subero (34), exteniente retirado de la GNB, lo linchó una turba de personas y fue señalado como un «infiltrado» en Valle Hondo durante el homenaje de Manuel Sosa (asesinado, presuntamente, por un GNB durante las protestas de 2017). La muerte de Subero ocurrió en mayo de 2017.

Ese día, el exmilitar llegó a bordo de su Yamaha blanca, fucsia y azul y, supuestamente, cuando tocaban con un violín el tema «Venezuela», el hombre sacó su celular y se hizo un selfie sonriendo, en ese momento alguien lo vio y comenzó a perseguirlo pidiéndole identificación y como Subero se negó, quien lo interrogaba comenzó a gritar que se trataba de un infiltrado.

No pasaron ni cinco minutos cuando un grupo de personas lo rodeó y comenzaron a golpearlo fuertemente, se lo llevaron hacia el otro extremo del distribuidor de Valle Hondo, donde seguían golpeándolo hasta que alguien le disparó.

Aunque al exteniente lo trasladaron al Ambulatorio de Cabudare no resistió y murió pocos minutos después. Han pasado 4 años y aún no se sabe quién le disparó.

 

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