Euseglimar González | LA PRENSA.- “Día 50: quítate la vida”, ese sería el último reto del juego suicida de la “Ballena Azul” que cumplió una joven de 15 años en Palavecino. El martes a las 4:00 de la tarde, aproximadamente, la madre de la adolescente la encontró colgada del cuello de un cable de DVD. Al parecer, en un cuarto de la casa, la muchacha amarró el cordón con una cabilla y se quitó la vida. Tenía varios minutos de haber cometido el acto cuando el padrastro la encontró y trató de auxiliarla.
Se pudo conocer que la muerte de la quinceañera está siendo investigada por el Cicpc, pues, supuestamente, se debe al juego cibernético de la “Ballena Azul”, juego que consiste en superar por día un reto y que termina en suicidio. El hecho ocurrió en el sector El Roble I de Cabudare.
Rossana Orozco, tía de la jovencita comentó que hace alrededor de un mes su sobrina estaba en su casa y le comentó sobre un juego que estaba en internet y, sin precisar detalles, dijo cómo se jugaba.
“Sólo me dijo: ‘Ni loca lo juego’. El cambio que notamos en ella fue las cortadas que se hizo en el brazo, nosotros hablamos con ella. Ese día se encerró en el cuarto y no salía, mi hermana tuvo que tumbar la puerta para evitar que se hiciera daño”, recordó la tía.
El día del suicidio, cuentan los parientes, que la mamá de la jovencita estuvo buscándola por toda la casa, hasta que se fueron al cuarto de los “peroles”. “- Esa habitación no se utiliza, está cerrada”, dijo la tía, la madre la halló allí, al mismo tiempo llegó el padrastro y la trasladaron a un centro asistencial, pero no había nada qué hacer.
La tía cuenta que la pequeña era muy reservada y no expresaba nada. Sobre el supuesto juego de internet le contó a ella que eso lo comentaban en el liceo y en la comunidad. Detallan que su actitud luego de cortarse no cambió. “Siempre del liceo a la casa, era buena estudiante”. Aunque durante ese mes la jovencita se hizo un “dibujo” de estrella en la batata.
La adolescente era estudiante de cuarto año del Liceo granja Héctor Rojas Meza.
Ayer en la mañana estaba en la morgue la madre de la joven. Recostada a las paredes de la oficina de atención, con los ojos hinchados y en su hombro un pañito. Decía que no podía hablar sobre lo sucedido, no tenía el valor y que estaba muy destrozada.
Mientras que el padrastro en la casa en donde fue velada sólo decía con impotencia: “Yo me preguntó por qué lo hizo”.