lunes, 4 noviembre 2024
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Atracados de día y de noche

LA PRENSA.- Des­pués de tan­tas al­ha­ra­cas, la tor­ti­lla se les vol­teó. Aho­ra son los mo­to­ta­xis­tas los atra­ca­dos y pla­gia­dos por los pa­sa­je­ros. Has­ta les pi­den 4 mil bo­lí­va­res de res­ca­te por la uni­dad ro­ba­da, de lo con­tra­rio la de­sa­pa­re­cen en un abrir y ce­rrar de ojos. Cuan­do ven un pa­sa­je­ro que lle­va con­si­go un bol­so o mo­rral, se po­nen ma­li­cio­sos. Sa­ben por ex­pe­rien­cia que pue­de ser un cho­ro, que los des­po­ja­rá de sus per­te­nen­cias.

“Es­ta­mos pi­las, pe­ro a ve­ces nos con­fun­di­mos y ca­e­mos en la tram­pa”.

El per­fil del asal­tan­te in­clu­ye ma­la ca­ra, ner­vio­sis­mo y el uso de go­rra. Sos­pe­chan has­ta de las mu­je­res, que a jui­cio de los mo­to­ri­za­dos son muy pe­li­gro­sas, por­que siem­pre son uti­li­za­das por sus pa­re­jas co­mo car­na­da pa­ra asal­tar al más ton­to.

Por los la­dos de la au­to­pis­ta Flo­ren­cio Ji­mé­nez se ubi­can va­rias co­o­pe­ra­ti­vas que mo­vi­li­zan pa­sa­je­ros has­ta por los la­dos de Pa­via.

“Nos atra­can a cual­quier ho­ra”, re­fie­re Víc­tor Es­ca­lo­na.

De dos a tres mo­tos son ro­ba­das a dia­rio en es­ta zo­na de la ciu­dad. “No te­ne­mos una va­ri­ta má­gi­ca pa­ra de­sa­pa­re­cer a los la­dro­nes”, se la­men­ta Car­los Bá­ez. Sos­pe­chan de to­do el mun­do, pe­ro su tra­ba­jo con­sis­te en lle­var o tra­er a de­ce­nas de des­co­no­ci­dos. No exis­te ma­ne­ra de evi­tar el ro­bo.

Los mo­to­ta­xis­tas en su ma­yo­ría co­no­cen la exis­ten­cia de alar­mas pa­ra la mo­to, pe­ro el cos­to de 350 bo­lí­va­res, no co­rres­pon­de a lo ine­fi­caz que re­sul­ta el apa­ra­to. Ade­más, los ma­lan­dros ro­ban a los mo­to­ri­za­dos cuan­do se mo­vi­li­zan, ca­si nun­ca cuan­do es­tán es­ta­cio­na­dos. “Mi­ra nos pe­gan en cual­quier par­te y se lle­van la mo­to. Na­da pue­des ha­cer con una 38 mi­lí­me­tros en la ca­be­za”. El tran­ca vo­lan­te tam­po­co fun­cio­na. “Si te en­ca­ño­nan y te pi­den las lla­ves, tú se las das”. No im­por­ta si la uni­dad mo­to­ra es nue­va o vie­ja, siem­pre ha­brá un res­ca­te que pa­gar y co­brar. La co­lo­ca­ción de un tran­sai­ber es bue­no, por­que si se ro­ban la mo­to, la pue­den apa­gar. Pe­ro tie­ne que ser bien le­jos, de ma­ne­ra que el ma­lan­dro no se re­gre­se y les qui­te la vi­da, di­ce Nel­son Sa­las.

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