Gabriel Grisanti | LA PRENSA.- Bajo un sol abrasador, rodeado por 10 conchas de balas calibre nueve milímetros, sobre un acceso angosto de tierra, justo en la calle 4 (San Francisco) con carrera 4 (Florida) yacía el cuerpo de un hombre robusto, cuya estatura no llegaba a un metro con 70 centímetros.
En una casa cercana, donde vive la familia Rondón, el padre, la madre y los niños que la integran estaban a punto de dormir la siesta, después de haber visto la televisión juntos en la sala. En ese momento, escucharon las diez detonaciones y en seguida se lanzaron al piso, cada uno como pudo en distintos partes de la vivienda.
La ama de casa decía que media hora antes del tiroteo ayer, a las 2:30 pm se asomó por el enrejado de la pared principal un hombre alto, como si estuviera preocupado que alguien lo observara desde adentro.
Ella presume que se trataba de uno de los hombres que asesinaron al hombre, quienes según otros vecinos, se desplazaban en un vehículo Ford modelo Fiesta de cuyo color no tienen certeza: unos decían que era rojo; otros, vinotinto. El fallecido no cargaba encima documentación alguna. La gente decía que no lo habían visto antes por los alrededores.