Estados Unidos vive -desde hace algunas décadas- una profunda crisis estructural. Los sucesos del 11 de septiembre de 2001, pusieron en evidencia la crisis presupuestaria, la enorme deuda externa y el descenso de su influencia geopolítica. Sus mandatarios han dicho que, es una crisis económica de carácter coyuntural, por tanto, no debe ser considerada como una crisis general de la sociedad estadounidense.
El giro político emprendido, a partir de la llamada «revolución Reagan«, condujo a un acelerado, y cada vez mayor, proceso de reducción en las inversiones gubernamentales, entre otras, en áreas como la educación, las infraestructuras, la energía, la ciencia y tecnología y de mejora de la productividad. Los mandatarios estadounidenses, de la era post Reagan, tampoco entendieron que las políticas públicas son exitosas si sus resultados generan beneficios a los ciudadanos.
Crisis que ha trastocado igualmente otros cimientos de la sociedad. Quizás, el más notorio de estos sea el acelerado empobrecimiento de la clase media. La población cuya edad oscila entre 40 y 60 años, después de perder su empleo, tiene grandes dificultades para reinsertarse a su condición de empleado. Situación que es mucho más grave en los sectores de menores ingresos, sobre todo en las comunidades urbanas pequeñas en donde, por su propia conformación, las posibilidades de conseguir empleo son menores.
Lo cierto es que, el bienestar del ciudadano norteamericano, el cual era exhibido con tanto orgullo, llegó a su final. A partir de Ronald Reagan y hasta Donald Trump, el poder del imperio se trasladó de la Casa Blanca a las grandes corporaciones económicas. Con Joe Biden parece que no va a ser distinto.
Para el gigante del norte, los años por venir están llenos de incertidumbre, lo cual presagia que pudiera verse envuelto en un caos de incalculables dimensiones. El Presidente Joe Biden, en función de devolverle su supremacía, ha iniciado su gobierno «dándole palo» a todo el que considera su rival. Tampoco ha entendido que, Estados Unidos ya no es el hegemón del mundo.
El novelista newyorkino Douglas Kennedy, ha dicho que: cuando todos seamos polvo, no me sorprendería que los historiadores del futuro escribieran: Cuando una amenaza viral invisible se extendió por el país a principios de 2020, mostró con despiadada claridad lo moribundo que se había vuelto el tan elogiado sueño americano.
Por eso, decimos que: el sueño americano se convirtió en una pesadilla.
Escrito por: Hugo Cabezas Bracamonte& ;
Twitter: @HugoCabezas78