LA PRENSA DE LARA.- El feminismo (original) es un principio que busca la igualdad para hombres y mujeres, sin embargo, es innegable que existen diferentes movimientos autodenominados corrientes feministas que se salen del pensamiento inicial, dejando a un lado la verdadera lucha de mujeres y hombres por formar lazos que los unan equitativamente ante la ley y la sociedad.
La radicalización del feminismo al igual que la ideología de género y otras tendencias similares, está socavando los pilares que hacen fuerte a una sociedad: la unión y el respeto, haciendo grupos de minorías cada vez más segmentados e intolerantes, exigiendo privilegios ante la ley que sacan de la ecuación el desarrollo de sus capacidades, potencial y merito humano, y en su lugar, dándole fuerza a un falso victimismo por aspectos como su sexo, orientación sexual, color de piel, origen étnico, etc.
La dirección actual del feminismo lo convirtió en una peste al perder el norte de su verdadera filosofía: la búsqueda de la igualdad ante la ley, derecho al voto, educación y autonomía económica para las mujeres. A pasado de ser un principio legítimo a una ideología mediocre, que empobrece al ser humano enseñándole a vivir de los demás, sin hacerse cargo de su propia vida, victimizándose, culpando a alguien más de sus fracasos, incluso, buscando resarcimiento en la actualidad de lo que sucedió durante pasadas generaciones, sin disfrutar los logros obtenidos o unirse para ayudar a otras mujeres que aún se encuentran oprimidas en países como Irán, donde literalmente dan su vida luchando por sus derechos.
Los gruesos de países occidentales han logrado dichos objetivos y las mujeres encuentran libertad para desarrollarse bajo sus propios intereses, sin embargo, un gran número de militantes feministas se presta únicamente para los intereses de políticos populistas que necesitan hacer creer que hay más problemas de los que realmente existen y no resuelven nada, pero si crear confrontación entre hombres y mujeres, incluso, atacando a las mismas mujeres que no comparten estas ideas radicales.
En Venezuela, existe una ley orgánica que fue diseñada en busca de mayor protección a la mujer y que luego de su aplicación, debió mostrar una reducción en las estadísticas sobre la violencia de género y decesos de mujeres, y no ha sido así. Es importante denotar que en sus inicios tuvo auge en la concientización de muchas de las situaciones vividas por las mujeres dentro del ámbito privado y público, que hicieron despertar la relevancia de su ser, sus derechos, su paz, dignidad, entre otros, sin embargo, se quedó corta con lo relacionado la capacidad de las instituciones para manejar la complejidad del problema. Por ejemplo, no existen casas de abrigo para las mujeres violentadas por su pareja, no hay políticas públicas efectivas que generen las condiciones para salir de un ámbito violento, el personal no está capacitado para manejar las denuncias ni seguimiento oportuno o es inexistente. En pocas palabras, las víctimas son re victimizadas por el Estado que dice protegerlas y no se hace algo por atacar al problema de raíz.
Hay mucho trabajo por hacer para que prevalezca la igualdad en derechos entre hombres y mujeres. Como defensora de los derechos humanos, de la mujer y la familia, no puedo considerarme feminista con propuestas contradictorias y fuera de lugar. Existe una interdependencia entre hombres y mujeres y la solución no es sacar a uno de la ecuación y mucho menos contribuir a que exista desigualdad y opresión, poniendo los intereses políticos por encima de la libertad individual.
Estamos para ayudarnos mutuamente a generar condiciones de igualdad en derechos y deberes, para dedicarnos a potenciar nuestras capacidades para el crecimiento individual y desarrollo social.
Por: Emilin Piña Mogollón
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