Un dilema define una situación difícil o comprometida en donde podemos tener diversas posibilidades de actuación, pero no es sencillo escoger alguna porque tienen consecuencias negativas para quien debe tomar la decisión.
Desde un punto de vista histórico, la coalición de poder encabezada por Nicolás Maduro tiene varios años construyendo dilemas para enredar la actuación de los sectores opositores. Un ejemplo de ello fue lo ocurrido entre el 2015 posterior al evento electoral legislativo donde la oposición alcanzó nominalmente la mayoría calificada y el 2017 cuando celebraron la elección a la asamblea nacional constituyente.
Primera parte del dilema:
La oposición no es capaz de ejercer el poder si gana las elecciones.
Después de la victoria opositora del 2015 la administración Maduro se dispuso a boicotear institucionalmente al ente legislativo para minimizar el impacto electoral.
En primera instancia, judicializó uno de los circuitos en el estado amazonas para eliminar la mayoría calificada que les ofrecía a los sectores de oposición la posibilidad de gestionar con mayor efectividad el control sobre la administración central.
Posteriormente utilizo el TSJ para declarar en desacato al parlamento, eliminar por vía administrativa mediante el CNE la posibilidad de concretar un referendo revocatorio para coronar el 2017 con una elección a la Asamblea Nacional Constituyente y aprobar lo que necesitaba para sostener sus aspiraciones de permanencia en el poder.
Esta primera parte del dilema tuvo consecuencias muy severas para la oposición.
Por un lado, se alimentó con más fuerza la idea promovida por Leopoldo López en 2014 y que llamaron «la salida». Por el otro, varios actores de oposición manifestaban su descontento con ese tipo de acciones por el riesgo que implicaba para los jóvenes venezolanos.
En resumen, un sector opositor se conformo como un movimiento insurreccional y otro se mantuvo a la expectativa, pero en desacuerdo con los promotores de la salida.
Consecuencia política, los sectores de oposición se dividen dando al traste con el único mecanismo que tenían para coordinarse y articularse frente al oficialismo: la MUD.
Segunda parte del dilema:
La oposición versión «la salida» le sirvió a la coalición madurista para mostrar con toda la capacidad de control institucional y del territorio que han mostrado a lo largo de los años las consecuencias de levantarse frente al «orden político». Al mismo tiempo e indirectamente le hacen entender a los miembros de su coalición que cualquier intento de salir del esquema será castigado con severidad.
En palabras más sencillas, la sublevación insurreccional o política tiene un costo altísimo.
Ahora bien, la propuesta que hace el chavismo de incorporar a Alex Saab en la mesa de diálogo tiene la misma lógica en la construcción de dilemas, esta vez con consecuencias distintas.
Veamos.
El chavismo sabe muy bien que la oposición política o el Reino de Noruega no tiene capacidades para negociar con el gobierno de Cabo Verde o el gobierno norteamericano la posibilidad de ofrecer algún tipo de beneficio procesal al señor en cuestión.
¿Entonces porque hace la solicitud?
Muy sencillo, en esta etapa Nicolás Maduro logró lo que necesitaba: reconocimiento implícito del conflicto gobierno (se lee gobierno) y oposición (no se lee gobierno interino). Además, puso en el debate la necesidad que tiene el país de obtener recursos de multilaterales como el Fondo Monetario Internacional.
Entre tanto la oposición política avanzó tímidamente en recuperar un poco de la institucionalidad del Consejo Nacional Electoral y dejar sentado la necesidad de reestructurar el sistema de justicia venezolano. Dicho en otros términos la idea era reducir el control del aparato que ejerce el ejecutivo en las demás áreas del poder público nacional.
Teniendo en cuenta que la posibilidad de una amnistía para el señor Saab es muy lejana el chavismo crea el dilema: de no lograr la liberación de su protegido, los diálogos no seguirán avanzando.
¿Lo anterior supone que se acaba completamente el dialogo?
La respuesta es no.
Mi opinión es que los camaradas esperaran para reanudar las sesiones de dialogo después del evento electoral de noviembre para cumplir con dos objetivos:
El primero, después de obtener la victoria tener mejores condiciones frente a una oposición fragmentada, dividida y derrotada.
El segundo, solicitar la incorporación de otras alianzas a la mesa de dialogo porque son más simpáticas que la plataforma que hoy discute con ellos en México.