LA PRENSA DE LARA.-
No puede terminarse con la explotación del pobre por medio de la destrucción de unos cuantos millonarios, sino eliminando la ignorancia del pobre y enseñándole a no cooperar con sus explotadores» Mahatma Gandhi.
En situación de extrema gravedad se derrumba el sector productivo que genera la mayor cantidad de empleos en el globo terráqueo… «El cultivo del cafeto«. Aun cuando, a su vez, a nivel internacional, conforma al producto lícito más comercializado después del petróleo. Esto sucede en el país que llegó a ser el primer productor del mundo, en cuanto a calidad; allá por el año 1.886, cuando a la finca Cabalonga del estado Aragua le fue otorgada esa incuestionable distinción. Eran épocas en las cuales Venezuela exportaba alrededor de 1.800.000 sacos de café, o sea, 2.347.827 quintales de café/año. Ese derrumbe, en su caída libre, ha arrastrado a más de 85.000 humildes familias que eran prosperas habiendo hecho de sus conucos (Fincas con dimensiones promedio entre 3 y 5 hectáreas) la única forma de obtener los ingresos básicos a través de la «Remuneración por su Trabajo» … El precio de su café.
Pero, ese precio, al cual, durante veintitrés años, he calificado como vil, porque desde el año 1999 no cubre los costos de producción, ha tenido como consecuencia nefastamente comprobable qué: Para el año 1999 producíamos 1.550.000 quintales/año, de los cuales consumíamos 950.000 y, exportábamos, aproximadamente, 600.000 quintales.
& ;»Por ahora», tomando como base las palabras del sindicato nacional de Café Venezuela, dichas en cadena de prensa nacional, podríamos aseverar que tan sólo estamos produciendo, aproximadamente, el nueve punto ocho de esa producción o sea alrededor de cien mil quintales año como máximo, pues aseveraron que, ese año, habían procesado industrialmente cien mil quintales de café, cifras que están acordes con los estimados, si se toma como valederas, las cifras del extinto Fondo Nacional Del Café, FONCAFÉ.
Ésta cantidad cuadra con nuestros estimados de consumo actual, los cuales según cifras del Fondo Nacional del Café para 1999, las cuales cuantificaban un consumo interno de novecientos cincuenta mil quintales/año, actualizadas al crecimiento poblacional calculado en un 30% nos daría un aproximado de 1.285.000 quintales/año.
Lo más grave es que, en la misma medida proporcional en la cual la producción cafetera se derrumba también se destruye a las familias caficultoras, desmembrándolas en un éxodo implacable de la mano de obra económicamente activa a los cordones de miseria de pueblos y ciudades donde, en una gran mayoría, se integran a la delincuencia y/o a las drogas. Jóvenes que han emigrado de las zonas cafeteras han caído bajo las armas de los cuerpos policiales o de otros delincuentes. O se integran a la diáspora infame que destruye nuestra mano de obra e intelecto.
El desastre se masifica y se magnifica cuando cuantificamos los daños ecológicos que se han hecho y se profundizan en su acción en zonas cafetaleras. Pareciera que el país no tiene dolientes, en el estado Lara por ejemplo, se están depredando zonas de alta fragilidad ecológicas que afectan a tres cuencas hidrográficas: La Apuroquía que desemboca en la Orinoquía, que forma parte de la Amazonía, con ríos como el Morador, El Portuguesa, Maguaza, Masparro, Chabásquen, Boconó, etc.; La cuenca del Mar Caribe con el Río Tocuyo y la cuenca del Lago de Maracaibo con los ríos Misoa y Riecito; todo, ante los ojos indolentes de los funcionarios de los organismos a quienes compete la preservación del ambiente en el país que es el séptimo reservorio de agua dulce en el mundo. Nacientes de ríos preservadas por montañas conformadas por árboles milenarios con más de 60 metros de altura son convertidas en sabanas; con pastizales para la cría de ganado bovino de carne. Esto comenzó cuando entregaron el desarrollo cafetero a técnicos caribeños, presuntamente, dirigidos por una ex ministro de un país cómplice, que impusieron la siembra de café a plena exposición solar, sin tomar en cuenta la latitud del país y a su vez, con demostrado desconocimiento en la materia, obligaron a los caficultores a talar y quemar, arrasando con cafetales ya sembrados, ante la tesis errónea de que eran plantaciones viejas, ignorando que el café es un cultivo perenne pero, como requisito indispensable para la consecución de créditos a sabiendas que no los podrían pagar porque los precios impuestos, por el Ejecutivo Nacional (Presidencia de la República), a su café, no cubren los costos de producción y mucho menos alcanzan para cancelar sus deudas.
CONTINUARÁ…& ;
Escrito por: Maximiliano Pérez& ;
*La Prensa de Lara no se hace responsable de las opiniones emitidas en los artículos, cuyo contenido es de entera responsabilidad de sus autores*& ;& ;