jueves, 21 noviembre 2024
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El hampa azota a los productores

William Croes  | LA PRENSA.- Productores agropecuarios de la entidad están cada vez más acorralados en sus centros de producción. El hampa ha lleva­do a una gran cantidad de ellos a atrincherarse en sus espa­cios, mientras que otros doble­gados han optado por abando­nar las tierras. La delincuencia en las zonas rurales es tan gra­ve como la escasez de abono o semillas.

En zonas agrarias de los nue­ve municipios operan bandas delictivas dedicadas al robo y extorsión de los productores y campesinos. Cifras de Confa­gan en la entidad indican que dos de cada 10 trabajadores del campo han migrado a la ciudad tras ser víctimas del robo. La delincuencia ha mermado la producción agroalimentaria y tiene loscampos desolados.

Carlos Andrés Díaz, director regional de Confagan, señala que los robos a productores no son una novedad, pero se han incrementado, entre 2015 y 2016. “La crisis alimentaria ha modificado la manera de ope­rar de la delincuencia en las zo­nas rurales, ahora se llevan las cosechas, los insumos y el ga­nado para comer o venderlos al mercado paralelo que es coti­zado”.

Andrés Eloy Blanco, Morán y Jiménez, conocido como el eje de la montaña, son los tres municipios donde la delin­cuencia tiene más azotada a los productores. Urdaneta, Torres y la parroquia Juares de Iriba­rren han ido en un franco au­mento según la información recopilada por Confagan en sus plenarias, porque más de 70% de los casos no se denun­cian, es decir, que de cada 10 casos, solo 3 se llegan a ser ex­puestos ante los cuerpos de se­guridad.

En las parroquias foráneas de Andrés Eloy Blanco volvieron el auge del secuestro a los pro­ductores y familiares. Grupos armados se aprovechan del mal estado de las vías de pene­tración, para interceptar las ca­mionetas y camiones de carga, raptan a las personas y se des­plazan por el eje montañoso entre Trujillo y Portuguesa.

“Me tocó quedarme solo en el campo y mandar a mi familia a la ciudad”, expresa un produc­tor de papa que fue víctima de un secuestro que prefiere re­guardar su identidad.

En Morán y Jiménez las cose­chas y los insumos químicos tienen toda la atención de los antisociales. De madrugada, grupos irrumpen en los depó­sitos para extraer los sacos de abono, fertilizantes y vitami­nas, que debido a la escasez de los productos se cotizan en el mercado negro a 150 veces más del precio regulado. “Re­venden los sacos robados a 60 mil bolívares, cuando cuesta 3 mil bolívares”, señala José Pra­do, un productor del valle de Quibor.

En Quíbor durante las noches están peinando las cosechas.

Los productores cuando se le­vantan bien temprano para re­coger el pimentón y la cebolla se encuentran todo pelado. Lo mismo ocurre con los inverna­deros, donde extraen las plán­tulas y las venden por los cami­nos verdes, a veces, hasta un poco más barato que los pro­ductores.

En Torres y Urdaneta tienen azotados a los productores pe­cuarios. Hay bandas que se de­dican al robo del ganado de ra­za Carora, que cuando salen del potrero a pastorearlas las arrean y las roban. “Un ejem­plar de esta raza pudiera supe­rar el millón y medio de bolíva­res si está en óptimas condi­ciones de producción”, expresa Carlos Andrés Díaz, quien en su unidad de producción en Si­quisique le acaban de robar una fina hembra de produc­ción lechera cuyo costo en el mercado está entre 300 y 700 mil bolívares.

Productores están acorrala­dos. Muchos comentan se sienten indefensos, agobiados por los constantes robos y amenazas de bandas articula­das enquistadas en campos. Abandonar las unidades de producción es una salida que ha venido cobrando auge ante el crecimiento de las bandas delictivas que tienen a monte a quienes sudan bastante para producir los alimentos.

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