William Croes | LA PRENSA.- Productores agropecuarios de la entidad están cada vez más acorralados en sus centros de producción. El hampa ha llevado a una gran cantidad de ellos a atrincherarse en sus espacios, mientras que otros doblegados han optado por abandonar las tierras. La delincuencia en las zonas rurales es tan grave como la escasez de abono o semillas.
En zonas agrarias de los nueve municipios operan bandas delictivas dedicadas al robo y extorsión de los productores y campesinos. Cifras de Confagan en la entidad indican que dos de cada 10 trabajadores del campo han migrado a la ciudad tras ser víctimas del robo. La delincuencia ha mermado la producción agroalimentaria y tiene loscampos desolados.
Carlos Andrés Díaz, director regional de Confagan, señala que los robos a productores no son una novedad, pero se han incrementado, entre 2015 y 2016. “La crisis alimentaria ha modificado la manera de operar de la delincuencia en las zonas rurales, ahora se llevan las cosechas, los insumos y el ganado para comer o venderlos al mercado paralelo que es cotizado”.
Andrés Eloy Blanco, Morán y Jiménez, conocido como el eje de la montaña, son los tres municipios donde la delincuencia tiene más azotada a los productores. Urdaneta, Torres y la parroquia Juares de Iribarren han ido en un franco aumento según la información recopilada por Confagan en sus plenarias, porque más de 70% de los casos no se denuncian, es decir, que de cada 10 casos, solo 3 se llegan a ser expuestos ante los cuerpos de seguridad.
En las parroquias foráneas de Andrés Eloy Blanco volvieron el auge del secuestro a los productores y familiares. Grupos armados se aprovechan del mal estado de las vías de penetración, para interceptar las camionetas y camiones de carga, raptan a las personas y se desplazan por el eje montañoso entre Trujillo y Portuguesa.
“Me tocó quedarme solo en el campo y mandar a mi familia a la ciudad”, expresa un productor de papa que fue víctima de un secuestro que prefiere reguardar su identidad.
En Morán y Jiménez las cosechas y los insumos químicos tienen toda la atención de los antisociales. De madrugada, grupos irrumpen en los depósitos para extraer los sacos de abono, fertilizantes y vitaminas, que debido a la escasez de los productos se cotizan en el mercado negro a 150 veces más del precio regulado. “Revenden los sacos robados a 60 mil bolívares, cuando cuesta 3 mil bolívares”, señala José Prado, un productor del valle de Quibor.
En Quíbor durante las noches están peinando las cosechas.
Los productores cuando se levantan bien temprano para recoger el pimentón y la cebolla se encuentran todo pelado. Lo mismo ocurre con los invernaderos, donde extraen las plántulas y las venden por los caminos verdes, a veces, hasta un poco más barato que los productores.
En Torres y Urdaneta tienen azotados a los productores pecuarios. Hay bandas que se dedican al robo del ganado de raza Carora, que cuando salen del potrero a pastorearlas las arrean y las roban. “Un ejemplar de esta raza pudiera superar el millón y medio de bolívares si está en óptimas condiciones de producción”, expresa Carlos Andrés Díaz, quien en su unidad de producción en Siquisique le acaban de robar una fina hembra de producción lechera cuyo costo en el mercado está entre 300 y 700 mil bolívares.
Productores están acorralados. Muchos comentan se sienten indefensos, agobiados por los constantes robos y amenazas de bandas articuladas enquistadas en campos. Abandonar las unidades de producción es una salida que ha venido cobrando auge ante el crecimiento de las bandas delictivas que tienen a monte a quienes sudan bastante para producir los alimentos.