José D. Sequera | LA PRENSA.- El Laboratorio Anatómico del Decanato de Ciencias de la Salud de la Universidad Lisandro Alvarado (UCLA) se encuentra abarrotado de cadáveres; sin embargo, familiares de algunos difuntos siguen haciendo solicitudes de ingreso para evitar los gastos fúnebres.
Desde hace un mes, la UCLA ha recibido al menos 15 solicitudes de donación de cadáveres y todas han sido negadas; muy distinto a dos años y medio atrás cuando apenas llegaban cinco donaciones al año.
La negativa de la casa de estudios es por la falta de espacio que hay en el laboratorio: de las cuatro piscinas de conservación de cadáveres que hay, sólo una funciona y excedió su capacidad máxima.
Allí hay unos 30 cuerpos, cuando la capacidad óptima debería ser de 15 cadáveres. Si las otras tres piscinas funcionaran serían muchos más”, revela Carla Izarra, coordinadora de ese espacio.
El laboratorio está tan excesivamente lleno que para darle “más vida” a “piezas individuales”, como extremidades o vísceras, ha tenido que colocarlos en otros recipientes.
“Si sumo los 30 cadáveres con estas otras piezas individuales podría llegar a 50 cadáveres”, calcula la experta.
Ella está encargada de ese espacio desde 2015 y atribuye el fenómeno de las donaciones —el cual comenzó hace dos años y medio—, al alza de los precios de los servicios funerarios.
Actualmente, un servicio funerario que incluya papeleo, la preparación del cadáver, el traslado del muerto (morgue- sala velatorio/casa y sala velatoria/casas – cementerio), el alquiler del mobiliario fúnebre, la urna, entierro y/o cremación sobrepasa fácilmente los 100 millones de bolívares.
Ante esta cifra, familias optaron por enterrar a sus difuntos en bolsas plásticas dejando atrás la opción de la donación de órganos y cuerpos para estudios científicos y académicos.
Cuando Izarra tomó el timón del laboratorio lo consiguió full de cadáveres que ya estaban extremadamente deteriorados por el sobreuso. “Tuve que prescindir de unos 15 cadáveres, cuyos tejidos blandos ya estaban en muy malas condiciones”, refiere ella.
La doctora recuerda que en las épocas de “sequía” de cadáveres, ella junto a su grupo de técnicos les tocaba ir hasta la morgue del Hospital Central Antonio María Pineda y pedirle al personal de allí que les dieran los “bloques” (vísceras desde lengua hasta el colon) de aquellos cuerpos que les habían practicado autopsia.
Esta práctica se hacía antes que este tejido blando fuese mandado a incinerar, con el fin de que los pocos cadáveres que habían en aquel entonces (que era un número bastante parecido al actual) no se deterioraran tan rápido.
El decano de esa facultad, doctor José Guirnaldo expresa estar consciente del exceso de solicitudes de cadáveres para ingresar al laboratorio. Incluso, coloca su propio caso personal.
“Lamentablemente, mi padre murió hace un mes y entre mi familia gastamos casi 200 millones de bolívares, alguien que gane sueldo mínimo no tiene capacidad para eso”, sentencia.
Guirnaldo enfatiza que le gustaría que las otras tres piscinas del laboratorio estuviesen funcionando tanto para mejorar las prácticas académicas como para darle solución a las familias. El mismo llamado hace la doctora Izarra.
“Hemos agotado todas las rutas posibles para poner en funcionamiento esos espacios o incluso habilitar otros, pero la hiperinflación nos gana la batalla y cuando finalmente se nos da un presupuesto, los precios aumentaron”, contesta decepcionada.
Falta de químicos
Otra razón que da la UCLA para negar las solicitudes de donación de cadáveres es la escasez de formol, químico utilizado para la conservación de los cuerpos.
El decano Guirnaldo comentó que actualmente la facultad sólo cuenta con una pipa de formol para todo su estudiantado, por eso trata de que el gasto del mismo sea mínimo, así como esperar donaciones de organizaciones o personas ajenas a la universidad hagan una donación.