Willian Croes | La Prensa.- Bodegueros optan por dejar de vender productos regulados para evitar zaperoco. Las largas colas y el bululú que se forma en la periferia de sus pequeños negocios los han llevado a tomar la decisión de suspender, de manera temporal, sus códigos con las empresas que distribuyen los artículos.
Los dueños de estos pequeños comercios viven con un solo estrés. Cuando llega el camión para despachar la gente se abalanza a hacer las colas, por lo general las bodegas están instaladas en las mismas casas y es una incomodidad para toda la familia. Omar Castillo, tiene más de 20 años con su bodega en la urbanización La Caldera. El señor hastahace mes y medio atrás vendía productos regulados porque tenía código con Polar. “Se me vencieron unos papeles y tengo suspendido el registro, pero siento un alivio”, confiesa el señor, quien está más tranquilo al no tener frente a la puerta de su negocio una inmensa cola.
Castillo recibía en su bodega: arroz, pasta, mantequilla, mayonesa y harina de maíz; aunque le dejó de llegar con la
frecuencia habitual, aún en su negocio se armaban unos colones que le subían la tensión al señor mayor que atiende su bodega en compañía de su esposa.
“Ahora estoy más tranquilo, no tener estos productos me quita un peso de encima”, detalla Castillo, quien relata que cuando le llegaban los artículos tenía que fijar las reglas para la venta y luego lidiar con las personas que se molestaban porque no alcanzaron a comprar.
En la ciudad son varios bodegueros los que han tomado esta decisión de dejar de vender estos productos. Silverio Pineda, un comerciante de San José, indica que desde que dejó de venderlos se ha ahorrado hasta peleas con sus vecinos que lo acusaban de acaparador y de “bachaquero”, prefiere no recibir estos artículos y vender sólo lo que pueda conseguir en Mercabar.