jueves, 7 noviembre 2024
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Venezolanos sobreviven a la COVID19 fuera de su país

Jennifer Orozco | LA PRENSA DE LARA.-& ;Solos o con familia; con síntomas leves o fuertes; con trabajo fijo o desempleados; los venezolanos migrantes alrededor del mundo han pasado un episodio fuerte en sus vidas: pandemia por coronavirus lejos de casa. El miedo, el esfuerzo y el triunfo ante la enfermedad lo viven con ayuda de extraños.

Así lo cuenta la barquisimetana Ruthjair Delgado, quien ha ido mejorando su salud poco a poco, pero ahora le toca esperar que los 20 miembros de su familia que tienen covid-19 se recuperen. Ella vio fallecer a su suegro y fue testigo de cómo su esposo e hijo mayor fueron ingresados a una Unidad de Cuidados Intensivos en Lima, Perú y salieron sanos de allí.

«A Perú fuimos llegando poco a poco hasta ser 22 miembros de una familia, viviendo 14 en una casa de 2 pisos y otros 8 en otras viviendas. Teníamos 2 años trabajando y estudiando aquí en Lima, cuando en febrero llegó la pandemia. Comenzamos a enfermarnos uno por uno, poco a poco, pues en medio del virus seguíamos trabajando», dice Delgado.

«El que más se vio afectado fue mi suegro, Wilmer Arcadio Hernández, de 63 años. Cuando vimos lo fuerte que podía ser la enfermedad y que habíamos gastado los ahorros mientras estábamos sin trabajo, comenzamos a pedir ayuda en la embajada de Venezuela en Perú, pero no hubo respuesta. Luego fuimos al gobierno de Perú directamente y tampoco fue posible. La ayuda recibida fue de la embajada de Guaidó, quienes nos prestaron el apoyo para los exámenes, bombonas de oxígeno y bolsas de comida», revela la larense entre lágrimas.

Wilmer Arcadio Hernández falleció el 22 de junio, mientras que 19 personas se mantenían en cuarentena con síntomas en la misma casa. Con el pasar de los días, Ruthjair se sintió mejor y comenzó a buscar otro tipos de ayuda para quienes empeoraban en casa, como su esposo Wilmer Ramón, por quien tuvo que pagar 440 dólares por un tanque de oxígeno.

«Fue con donaciones de amigos que encontramos esos dólares. Otros venezolanos y peruanos nos transferían dinero y a quienes les debemos la vida de mi esposo, pues con esas ayudas que recibimos hemos pagado algunos medicamentos y comida, ya que no hemos podido volver a nuestros puestos de trabajo. Mi esposo y yo le echamos muchas ganas, él trabajaba como músico y también trabajaba como taxista. Yo hacía todo tipo de comida venezolana, teníamos reunido un dinero para comprar un carro de segunda y así entregar el carro que teníamos alquilado, pero poco a poco nos tocó ir vendiendo los dólares y luego todos los planes se vinieron abajo«, detalla la mujer.

Todavía ellos solicitan ayuda a través de redes sociales. Reciben a diario aportes de sus vecinos, pues aún deben en una clínica la cantidad de 2 mil 500 soles (720 dólares, aproximadamente).

También en Perú, pero en la provincia pesquera de Chimbote está Norvis Heredia junto a su mamá, esposo, hijos y nietos. Todos resultaron contagiados por coronavirus. Presentaron síntomas fuertes, pero la que más sufrió fue la mayor del grupo familiar.

«Todos los miembros de la familia tuvimos dolor de garganta, de cabeza y fiebre, pero a mi mamá sí le dieron todos los síntomas durante una semana. Hasta malestar en las articulaciones y náuseas tuvo. Casi no podía caminar y por eso un médico llegó hasta donde ella vive y por todos los síntomas la diagnosticó con covid-19, porque en realidad no le hicieron una prueba. El doctor le mandó su tratamiento. Mi mamá al tercer día de tomarse los medicamentos, tuvo una mejoría», recuerda.

Norvis agradece al sistema de salud de Chimbote, pues la entrega de los médicos los hace ir de casa en casa para atender los casos sospechosos de COVID-19 y diagnosticarlos.

La madre de Norvis, de 67 años se curó. «No la dejamos salir más, tomamos todas las precauciones, yo no puedo verla porque trabajo en una fábrica donde preparan conservas de pescado. Convivo con 150 personas aproximadamente, las cuales todas tuvimos síntomas, así que yo sólo veo a mi mamá a través de una ventana, para evitar que vuelva a contagiarse», asegura.

«Estar fuera de nuestro país fue fuerte. La medicina fue carísima, se gastó un monto superior a los 2 mil soles, la prueba no te la hacen si tú no tienes los síntomas y cuesta unos 300 dólares que nosotros no teníamos. Aquí ya levantaron la cuarentena y la gente sigue usando su tapaboca, aún hay contagios», acota.

Más al norte, Mayra Silva se atemorizó cuando supo que era positiva para COVID-19. «Yo trabajaba de interna aquí en Nueva York (Estados Unidos), el jefe era quien salía a trabajar y se contagió, contagiando a los tres adultos que vivíamos allí», cuenta.

Mayra no necesitó respirador y pasó 15 días en el apartamento donde vive aislada. No necesitó respirador, pero había noches que debía dormir sentada para no ahogarse y además sentía un fuerte dolor en el pecho que la hacía pensar que en cualquier momento sufriría un infarto.

«Aquí al tener síntomas te hacen la prueba PCR, totalmente gratis, así como pruebas en sangre para ver los anticuerpos. Cuando sales negativa de la PCR y te salen los anticuerpos en tu organismos, te dan un certificado para que vuelvas a trabajar. Todo, hasta los medicamentos son gratis, nunca me ha tocado asistir aquí a un hospital, pero comprobé que en tiempos de pandemia el sistema de salud es gratuito y la atención es cinco estrellas», cuenta.

Desde la ventana, Mayra veía en soledad cómo pasaba la pandemia, cómo habían puntos de toma de temperatura para los síntomas, puntos para hacerse la PCR gratuitos, pero también cómo las ambulancia corrían de un lado a otro, con días donde se registraban 2 mil muertes por coronavirus.

«Todo ese panorama nublado estaba acompañado de la generosidad de la gente de aquí, donde los vecinos ayudaban, en la escuela que está a lado de mi residencia hacían comida gratis. En una bolsita ponen un sánduche, una fruta, un juguito y tú puedes comer cuantas bolsas necesites. Las iglesias cristianas daban almuerzos gratuitos y puedes ir con toda tu familia. Eso me tranquilizaba, me sentí apoyada en todo momento», contó.

Mayra tuvo que cambiar de trabajo, pues sus anteriores patrones aún están aislados. Ahora trabaja en un call center y está esperando levantarse económicamente para ayudar de nuevo a su familia en Acarigua, estado Portuguesa.

Chile, un país difícil

Los venezolanos en Chile que han pasado por el sufrimiento del COVID-19, sólo tienen una cosa que acotar: la salud cuesta un ojo de la cara.

Roberth Méndez, un diseñador larense en Santiago de Chile, contó cómo una «imprudencia» le costó su empleo y todos sus ahorros. El joven de 28 años no creyó que el coronavirus atacara a los más jóvenes y tuvo una celebración en su residencia junto a 15 amigos más. «A los pocos días me comencé a sentir mal y fui a hacerme la prueba PCR. Pagué 22 mil pesos en un hospital (30 dólares) y dio positivo. Ahí mismo tuve que estar 14 días encerrado en mi casa, perdí mi trabajo y gasté más de 150 mil pesos (200 dólares) en medicamentos y comida», cuenta.

Roberth quedó desempleado y solo en un país extranjero, sin poder ayudar a los suyos en Venezuela. «Actualmente es muy difícil conseguir trabajo y pues me ayudo vendiendo cajas de pollo y con la ayuda que me da un primo que vive en España que sí está trabajando. Aquí la mayoría de empresas están cerradas», dijo con lágrimas en sus ojos.

Para otros fue menor el golpe, pero igual aseguran que la salud en Chile es «burocrática» para los extranjeros.

«Enfermarse en el extranjero no es nada fácil, primero por el hecho que no te encuentras en tu zona de confort, segundo no tienes a tu lado alguien que te atienda o te acompañe mientras estás enfermo y el sistema de salud desde mi perspectiva es muy burocrático y exigen mucha documentación a la hora de atenderte», dijo Robert Figuera, ingeniero residenciado en Santiago.

Figuera asegura que quien tiene trabajo fijo no ha sufrido mucho, pues puede volver 10 días después de salir negativo para la PCR, pero quien no estaba fijo en un empleo fue despedido y actualmente un nuevo contrato es difícil de conseguir para un extranjero en tiempo de pandemia.

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