LA PRENSA DE LARA | EFE.-& ;Hace un año que el Gobierno de Venezuela no dialoga con la oposición, al menos formalmente, desde que las partes suspendieron unas negociaciones en México y comenzó un proceso de acercamientos soterrados e incentivos paralelos que aún hoy buscan recalar en una reactivación de las conversaciones.
El 2022, un año sin elecciones y de una vociferada recuperación económica, puso en segundo plano la necesidad de un diálogo político en el país, lo que no anula todos los movimientos hechos por las partes, y por otros actores, para volver a la mesa formal de diálogo y dejarse de encuentros secretos.
Aunque, a mediados de mayo, los jefes de ambas delegaciones celebraron en Caracas una reunión de trabajo con miras al restablecimiento del mecanismo, hasta ahora no hay ninguna certeza y, mientras tanto, corre el tiempo a favor del Gobierno.
ENTRE BASTIDORES
El chavismo mantiene un diálogo «constante» con «todas las oposiciones», o así lo repite el presidente Nicolás Maduro, lo que deja claro que, si bien las conversaciones en México fueron interrumpidas por su propia decisión, no ha cerrado los canales para entendimientos bilaterales, sin la observación de garantes internacionales.
El último encuentro, al menos del que se tenga conocimiento, se llevó a cabo en junio en Noruega, a donde viajaron los jefes de ambas delegaciones para participar en el Foro de Oslo. Lo hablado en aquella ocasión sigue siendo secreto sumarial.
El Ejecutivo se ha movido con sigilo y, así, ha conseguido sumar 12 meses sin inestabilidad política. Pero, no solo eso, sino que también ha avanzado en su relación directa con Estados Unidos, cuyo Gobierno ha enviado, al menos, dos delegaciones a Caracas para reuniones con fines abstractos como «la seguridad».
CANJES DE VALOR
Bajo ese halo de misterio, Maduro dio un golpe maestro al concretar este mes el canje de siete estadounidenses presos en Venezuela por dos sobrinos de su esposa, Cilia Flores, condenados por narcotráfico en Estados Unidos. La transacción, que se completó al margen de la mesa de negociación, supone un acicate al diálogo, el mismo que Washington presiona por reactivar.
Detrás de este intercambio, hubo ofertas y contraofertas que se desconocen pero que guardan relación con el interés de EE.UU. en que se retomen las negociaciones de cara a las presidenciales de 2024, unas elecciones que podrían adelantarse, según sugirió recientemente el propio Maduro, y en las que tienen puestas sus expectativas numerosos socios del país.
Al abrirse la puerta a los canjes, varias posibilidades destacan en el tablero, siendo la más importante la excarcelación del empresario colombiano Alex Saab, preso en EEUU y acusado de ser testaferro de Maduro, y cuya deportación de Cabo Verde hacia Florida terminó por tumbar las negociaciones hace un año.
LA OPOSICIÓN
Los negociadores de la oposición han dicho que están «listos» para retomar el diálogo y son quienes hacen más declaraciones públicas a favor de una vuelta a la mesa. Han pronosticado equivocadamente, al menos dos veces, una «inminente» reanudación, pero las sillas siguen vacías.
A la par, intentan fijar unas elecciones internas para escoger a un candidato unitario que enfrente al chavismo en las urnas, en 2024. El proceso tiene pocos avances y las primarias no tienen fecha establecida, por lo que un posible adelanto de las presidenciales los pondría en jaque.
Asimismo, la multiplicidad de nombres que, desde las filas del antichavismo, aspiran a la Presidencia dificulta que se perfile un corredor que empiece a ganar apoyos, mientras Maduro, el candidato predecible del otro lado, habla a diario por todos los medios posibles y se muestra resolviendo problemas y «victorioso», como él mismo se describe.
MÁS VARIABLES
Mientras EE.UU. advierte a Maduro que no aceptara más «tácticas dilatorias» para que regrese a las conversaciones, el chavismo gana cada día que la mesa sigue vacía y el país vive una incipiente mejoría financiera luego de siete años de recesión.
El aluvión de sanciones internacionales que pesan sobre Venezuela sigue siendo la carta de presión de la oposición, apoyada por EE.UU., pero no termina de sentar al oficialismo, un interlocutor avezado en disolver procesos de diálogo sin dar nada a cambio.