Agencias | LA PRENSA DE LARA.- Carmen Sulay Rojas estaba en la Fundación Rosa Rojas, en compañía de otros docentes cuando escuchó el anuncio de Nicolás Maduro, en el cual aumentaba solamente el cestaticket y el bono de guerra. «Fue devastador, porque fue un plan que consistía en resistirse al aumento del salario mínimo vital. O sea, siguen siendo Bs 130 o $5, pero igual sigue siendo el más bajo de América Latina, cuando la canasta se sitúa en $510″.
A esta docente le parece abrumador que el presidente Maduro invite a los trabajadores a resistir en las adversidades cuando él y los suyos ganan salarios que le permiten llevar no solo una vida próspera, sino llena de opulencia.
Para ella no existen guerras económicas, «Basta ya de mentiras, lo que sí existen son más de 20 mil millones robados a Pdvsa«.
Yetsy Mayorga representante de la Alianza Todos por la Educación en Táchira entiende la realidad de Rojas. «El descontento, la apatía y la necesidad forman parte de lo que viven hoy en día los ciudadanos venezolanos debido a los bajos salarios que perciben«.
Mayorga ve una relación estrecha entre bajos salarios y la crisis educativa. «Es una cadena», la cual repercute en el deseo de formación y que termina traduciéndose en la terrible migración de más de 7 millones de venezolanas y la elevada deserción, tanto estudiantil, como de profesores.
«En el caso del estado Táchira por ser frontera, nos toca la realidad en la que nuestros docentes prefieren emprender en otras áreas como; mecánica, barbería, limpieza, peluquería y repostería, para poder subsistir, dejando de lado sus responsabilidades como docentes».
Las universidades como la de Los Andes, núcleo Táchira (ULA) lo demuestran en sus matrículas, la cual pasó de los 7000 estudiantes a 1200 por la deserción y la precariedad en el sector. De acuerdo a investigaciones de Mayorga, la recuperación tanto en la ULA, como en la Universidad Experimental del Táchira es mínima. Esto gracias al vandalismo y a los bajos salarios.
Por eso Mayorga cuenta que se ha vuelto habitual en su vida como estudiante encontrarse a profesores vendiendo chucherías en los autobuses o en los semáforos más cercanos a las casas de estudio.
Pero, la vocación puede más que la misma realidad, esa que Carmen Rojas describe como «calvario». La razón es que el hambre golpea con fuerza. «Uno se desconcentra y ya cuando son las 11:30 no solo tienes que lidiar con esa fatiga, sino entender la de los estudiantes que empiezan a preguntar, uno tras otro, si ya terminaron para poder irse».
Otros, incluso se van porque no aguantan. Una rutina alimenticia como esta deteriora la salud, pero tampoco hay dinero para hacerse exámenes, comenta.
Fuente: El Nacional.