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La Misión Nuestra Señora del Carmen: un pedacito de Francia en Yaracuy

Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- Si hay que hablar de paisajes que interrumpen la respiración y que se arraigan como un tesoro escondido en un estado místico y verde como Yaracuy, es el Parque de la Exótica Flora Tropical. Allí la vida es más placentera y tranquila, lejos del desorden y el caos de las grandes ciudades. En 4.5 hectáreas, los turistas pueden disfrutar de más de 2.500 variedades de plantas traídas de las ciudades más pintorescas del mundo. Hay árboles milenarios y una variedad de fauna que convierten al lugar en un pulmón ecológico, de los más ricos de Venezuela.

Por donde se mire se siente y se respira arte. Esta obra es el resultado de la creatividad y más de cuatro años de trabajo del arquitecto y paisajista francés, Jean Philippe Thoze, quien no dudó en inspirarse en la belleza de este país para diseñar el parque botánico más grande de Latinoamérica. En vida, este artista amante de la naturaleza también creó el Jardín de Balata, diseñado en 1982 y el jardín de Anse Latouche en Carnet, ambos situados en Martinica, isla francesa en el Caribe.

Quienes lo conocieron lo llamaban genio. La arquitecta, Claudia Rodríguez, fue una de las personas que más trato tuvo con él mientras trabajaban en simultáneo. Ella para construir la Misión Nuestra Señora del Carmen y él para dejar sembrado en suelo yaracuyano un pedacito de su corazón en un parque botánico.

«Los genios tienen su temperamento, Jean Philippe era bravo, de los que se quitaba el sombrero, lo batía contra el piso cuando no hacían las cosas como él quería. Era todo un personaje, no hablaba español; sin embargo, nos entendíamos a la perfección con el poquito inglés que sabíamos«, rememora Rodríguez.

El paisajista celaba tanto su trabajo que a pocos los dejaba entrar al terreno cuando él estaba diseñando. La arquitecta fue una de las privilegiadas que pudo ver al francés en su momento de mayor inspiración. «Él se sentaba en la tierra y mandaba a colocar estacas pintadas de varios colores. En su mente él se imaginaba ese cuadro vivo de flores y plantas que iba a crear a partir de la luz», explica.

Son cuadros de colores que se superponen, en complicidad con las tonalidades y brillo emanado de las hojas o pétalos de las flores. Una combinación tan extraordinaria que maravillan a todo el que los puede ir a apreciar de cerca.

El Parque de la Exótica Flora Tropical se puede recorrer caminando para quienes no tienen afán, así como en carritos de golf eléctricos. En el pasado se podía vivir la experiencia de admirar el bosque en carretas tiradas por caballos. Con los años han transitado a la modernidad para ofrecer más comodidad a los visitantes. Atravesarlo puede tardar entre 40 minutos o más de una hora. Cada sitio tiene una historia que cuentan con simpatía los guías turísticos.

En las orillas se encuentran árboles de eucaliptos peruanos, cuyos troncos son una mezcla de grises y verdes. Hay también plantas acuáticas con el nombre de papiros, los mismos que utilizaron los egipcios para hacer el papel pergamino.

Seguir avanzando es encontrar una colección de bromelias que le dan un color más cálido al paisaje, y al instante aparecen las alpinias amarillas, cuyas flores son perfumadas. Es tanta la perfección cromática que se extiende una alfombra verde de plantas, conocidas como mala madre. «Su nombre se debe porque al reproducirse botan a los hijos a un lado para poder extenderse», explica Mariling Solano, supervisora del parque.

Al seguir andando se consiguen unas hojas rayadas con varias tonalidades, se les llama papel de música. Cerca de ellas está la calathea gamuza, con una invitación a detenerse y tocarlas, porque tanto su tallo como hojas tiene la suavidad de una gamuza.

De repente aparece el primer cuadro vivo que Jean Philippe creó para ser admirado por generaciones. Inicia con un grupo de pequeños arbustos de dracena sanderiana con toques de amarillos en sus hojas. En el medio juega el verde aceituna de la callisia y al fondo una explosión de color de la fucsia drácena o también conocida como caña de la india. A este mosaico los turistas se toman el tiempo para contemplarlo con serenidad.

En medio del verde se hace notar el protagonista del bosque, se trata de una ceiba pentandra que tiene más de 600 años y que cariñosamente llaman «El Abuelo«.

«Es el más antiguo dentro del parque. Se dice que el que trepe por su liana y llegue hasta la cima alcanza la vida eterna. El que no, muere en el intento«, comenta con picardía Mariling Solano, quien guía el recorrido. Este árbol mide más de 40 metros de altura.

La ceiba es el árbol de la vida, para los mayas era sagrado, en su simbología sus ramas representan el cielo, el tronco el plano terrenal y sus enormes raíces el inframundo. Los visitantes no pierden la oportunidad para inmortalizar el momento en fotografías.

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Redacción La Prensa de Lara

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