sábado, 23 noviembre 2024
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La hallaca, el sabor de la Navidad para quienes viven en la calle

EFE | LA PRENSA DE LARA.- «Ningún venezolano sin su hallaca esta Nochebuena». Esta es la premisa de la ONG «Regálame una Sonrisa», que ha repartido el preciado plato navideño entre cientos de personas que viven en la calle, en situación de pobreza extrema o soledad, para quienes la dádiva supone sentir la Navidad o recordar momentos mejores, con la esperanza de que algún día vuelvan.

La misión comenzó al caer la noche del 23 de diciembre, a menos de 24 horas para la celebración de la Nochebuena. Fue entonces cuando unos 20 voluntarios cargaron sus vehículos con comida navideña para repartir hasta la madrugada, en toda la ciudad de Caracas, entre personas que fueron encontrando en las calles, sin importar quiénes son ni cómo se llaman. Necesitan comida y cariño.

«Regala una hallaca» fue el nombre con el que Francisco Soares, presidente de la organización, bautizó la idea de este recorrido, que logró materializar gracias al apoyo de emprendedores y ciudadanos que donaron alimentos y otros bienes para ofrecer en esta actividad.

Para Soares, los peligros de la noche caraqueña se olvidan cuando se arranca una sonrisa y un gesto de agradecimiento en el rostro de quien recibe la ayuda, y quienes comparten se sienten bien, por ser «parte de la solución de los problemas», tal y como dijo el activista a Efe.

AYUDA QUE VA Y VIENE

El ajetreo de todo el día en la preparación de comida en la sede de la ONG, en el oeste de Caracas, se convierte en emoción cuando los voluntarios, a bordo de unos diez vehículos, se bajan en la primera parada del recorrido nocturno, en el este de la ciudad.

Soares resume la emoción del grupo al hacer el alto en un semáforo para atender a las primeras diez personas a las que se acercaron: «Cuando vives una realidad tan compleja como la que vive Venezuela, donde situaciones negativas nos abundan, y descubres que hay gente que realmente la está pasando peor que tú, tus problemas se ponen chiquiticos».

En manada, el grupo se acerca a cada niño, joven, mujer, hombre o adulto mayor que logra ver entre la oscuridad de las calles, donde no hay más techo que el cielo estrellado.

Pero, pese a la ilusión que la ONG reparte durante esta noche especial, el gesto no cambia la realidad cotidiana de la persona en situación de calle, y los voluntarios, que pretenden ser «parte de la solución» a los cientos de problemas que vive Venezuela, lo tienen claro.

TODOS IGUALES

Entre los voluntarios, hay personas cuya profesión se desarrolla en el ámbito de la salud, por lo que aprovechan el recorrido para asistir a quienes lo necesitan o curar las heridas de la piel con ungüentos y vendajes, y las del alma, con palabras.

El paramédico Andrés Parra es uno de los primeros en bajar del vehículo. Saluda, se acerca tímidamente, y pide permiso para aproximarse y examinar a quien quiera y requiera sus cuidados.

Como el resto, trata a las personas en situación de calle con cercanía y fraternidad. Para él «son seres humanos» que muchos ven como «objetos» o «cosas» y que reciben el juicio de quienes no conocen sus historias o de aquellos que solo piensan en sí mismos, sin importar el resto.

Parra destaca que la labor de la jornada no se reduce a entregar comida, sino que intenta ofrecer un buen momento a quienes se encuentran desamparados.

«Trato de darles una noche digna, una noche de felicidad. Escucharlos, abrazarlos y que se sientan bien, por lo menos un momento», aseguró a Efe.

Del otro lado, quienes reciben el apoyo de «Regala un Jajaja» se sienten agradecidos de encontrar en su camino a estas personas, pues no hay un plan para celebrar Navidad o cualquier otra cosa, en medio de la crisis en Venezuela.

Tal es el caso de Julio César Pereira, que a sus 53 años no tiene trabajo ni esperanzas de encontrar uno que le dé lo suficiente para mejorar su condición.

«En estos días, si tú no tienes dinero o forma de trabajar, estás pegado (no puedes hacer nada), y yo, con la edad que tengo, ¿qué trabajo me pueden dar? Entonces si trabajo por mi cuenta, tengo, si no, entonces no hay», comenta Pereira resignado.

Él fue uno de los beneficiados de la jornada, luego de que la ONG lo encontrara deambulando junto a su nieto de 8 años, con quien se vio obligado a dormir en la calle.

El niño recibió un juguete y unos zapatos. Ambos se quedaron en un pequeño muro comiendo, mientras se despedían de los voluntarios y agradecían la afortunada casualidad que salvó su noche.

Fuente: EFE

 

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