Para los creyentes católicos, José Gregorio Hernández es fortaleza espiritual. Un protector a quien invocan con oraciones cada vez que una dolencia, accidente o enfermedad se presenta. Lo llaman el “médico de los pobres”, y la iglesia lo considera un ejemplo del venezolano posible.
La historia de su vocación de servicio por la medicina, su sencillez, inteligencia, ayuda a los más desprotegidos, su vida de rectitud, trabajo, fe y profundo amor a Dios ha tocado las fibras de cada rincón de Venezuela, pero su veneración se expande por el mundo desde hace más de 50 años.
En Colombia, Argentina, Estados Unidos, Cuba, Dominicana, Haití, Italia, España, Portugal e Irlanda. Y en países de Asia como Líbano, la India, Tailandia y Filipinas hay personas con ferviente fe por José Gregorio Hernández, el único beato laico que tiene Venezuela desde el 30 de abril de 2021.
Gerardino Barracchini, párroco de la iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, en Caracas, donde reposan sus restos, dice que su beatificación fue determinante para que su nombre y devoción traspasara los límites geográficos. También han contribuido con esa popularidad los venezolanos que han emigrado en los últimos años, que llevan consigo estampitas, figuras y hasta escapularios con su rostro.
“Desde hace medio siglo, aproximadamente, los emigrantes europeos que encontraron en Venezuela refugio y prosperidad, cuando se devolvieron a sus países llevaron consigo esa creencia por este gran hombre”, comentó.
Es tanto lo que ha influenciado en la vida de las personas en el exterior, que el segundo posible milagro que evalúa el Vaticano para la causa de su canonización, se registró en la ciudad de Miami, Estados Unidos, y según una publicación de El Diario de Caracas, de fecha 11 de mayo, se trata de un venezolano que tenía una declaración de “muerte anunciada” por el colapso de sus órganos blandos.
Primeros años de vida de José Gregorio Hernández
Aunque la santa sede aún no la ha “elevado a los altares”, para los venezolanos José Gregorio Hernández ya es un santo. El presbítero José Magdaleno, párroco del Santuario Niño Jesús en Isnotú, estado Trujillo, lugar en donde nació el “médico de los pobres”, mencionó que su vida, personalidad y religiosidad estuvo muy influenciada por sus padres: Benigno Hernández y Josefa Antonia Cisneros. Ambos llegaron a ese pueblito andino huyendo de la Guerra Federal.
“Se podría decir que era una familia de clase media, muy trabajadora y de profunda fe religiosa. Benigno tenía una bodega que terminaba siendo una quincalla, donde vendía de todo. Era agricultor y tenía unos animalitos. La familia contaba con recursos para subsistir con alguna comodidad, no con facilidad, pero sí con esfuerzo. Tanto así, que Benigno Hernández gastó en los estudios de José Gregorio en Caracas durante su bachillerato y estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV), la mitad de su patrimonio personal, que en ese momento eran 35.000 bolívares, un dineral, para que él estudiara y sus hermanos también”, destacó el sacerdote.
Su padre era un comerciante que tenía también una botica en su casa y recomendaba remedios a sus vecinos. Según el padre Magdaleno, él fue el que le sugirió a José Gregorio en su juventud que fuera médico. En su familia se acostumbraba a ir a misa todos los domingos; de hecho, según el libro “Camino de Santidad”, del biógrafo trujillano Francisco González Cruz, su padre en 1867 donó un terreno y aportó dinero para edificar la iglesia de Nuestra Señora del Rosario.
Su madre, Josefa Antonia, quien estuvo en la vida de José Gregorio Hernández tan sólo los primeros siete años y 10 meses, porque murió tras el parto de su séptima hija. Era considerada una mujer excepcional, apreciada por la comunidad, piadosa con los más necesitados y que educó a sus hijos acostumbrándolos a amar a Dios y a cumplir su sagrada Palabra.
“Cuando José Gregorio Hernández estudiaba en Caracas e ingresó a la UCV, ahorraba lo más que podía, trabajaba dando clases particulares en el Colegio Villegas, en donde cursó estudios de secundaria, y hasta hacía sus trajes porque había aprendido sastrería, todo para ayudar a su padre con los gastos”, puntualizó el padre Magdaleno, quien está a cargo del santuario que es epicentro para la peregrinación de criollos y extranjeros que profesan la fe por José Gregorio Hernández.
Al ingresar a la UCV, en 1882, “estudió inglés, francés, portugués, alemán e italiano, latín y nociones básicas del hebreo. Tenía vocación para la música y estudió piano, órgano, violín y flauta; en las artes estudió pintura y se conservan algunos óleos de su autoría. Profundizó en los estudios de teología y filosofía”, reseña el libro de Francisco González Cruz.
“José Gregorio Hernández nos da un ejemplo de que no hay excusas, las carencias que hay es porque no nos esforzamos. No se justifican las dificultades ni la pobreza. No se justifica que nos achicopalemos y no hagamos lo mejor que podamos para salir adelante”, expresó el sacerdote.
En 1888, Hernández culmina sus estudios de medicina, fue el alumno más sobresaliente y destacado de su promoción, y en vez de quedarse en la capital los primeros nueve meses los dedica a ejercer la medicina en su natal Isnotú. Instaló un consultorio en la casa de sus padres, pero también tenía la costumbre de ir a visitar a los enfermos.
“El primer año de su carrera lo dedicó a recorrer Trujillo y también Mérida, y el estado Táchira. Pero después decidió retornar a Caracas”, comunicó el padre Magdaleno. En ese viaje se dio cuenta del contexto en el que iba a ejercer la medicina, era un país muy retrasado en políticas de salud, buena parte de la población en la provincia tenía desnutrición, había casos de fiebre tifoidea, diarreas, tuberculosis, paludismo, enfermedades venéreas e infecciones diversas.
Al regresar a Caracas obtiene una beca para realizar estudios de medicina experimental en Francia, con la Universidad de París y el Instituto Pasteur, en donde cursó las cátedras de microscopía, bacteriología, histología normal, patológica y fisiología experimental, también se especializó con honores en Berlín.
Se le atribuye haber traído el primer laboratorio científico que tuvo Venezuela y Latinoamérica y así modernizar la medicina en el país. Y crear las cátedras de histología normal y patológica, fisiología experimental y bacteriología de la UCV.
“José Gregorio Hernández era realmente exigente con sus alumnos, no quería estudiantes mediocres, jóvenes que no estuvieran centrados, porque la medicina no podía ser improvisada. Él era muy disciplinado y eso también se lo exigía a sus alumnos”, refirió Rafael Cabrera, párroco de la iglesia Altagracia de Barquisimeto, santuario de la reliquia de José Gregorio Hernández.
Como la mayoría de los santos, José Gregorio Hernández veía en los pacientes que atendía el Cristo sufriente en el pobre.
José Gregorio Hernández aspiró consagrarse a Dios
“El ideal más grande que tenía José Gregorio Hernández era el cielo y servir a Dios”, argumentó el presbítero José Magdaleno. En dos ocasiones intentó ingresar a la Orden de San Bruno en La Cartuja de Farneta (Italia), en 1908.
“Los cartujos, es una vida religiosa contemplativa, se dedican a la oración y al trabajo en exigencia, encerrados y haciendo mucho sacrificio. Eso y las temperaturas bajo cero a las que se exponían le provocaron muchos problemas de salud, y tan sólo pudo vivir en el monasterio nueve meses”, explicó el presbítero.
Pero su verdadero interés de servir a Dios no se detuvo allí. Decidió tras volver a Venezuela integrar la Orden Franciscana Seglar.
“Los seglares son personas de la comunidad que se preparan, llevan una vida espiritual centrada en las virtudes de San Francisco de Asís. Son personas que sirven a la iglesia, pero también trabajan, se dedican a su familia”, explicó el sacerdote Rafael Cabrera.
El pueblo anhela su canonización
Según contó el sacerdote Gerardino Barracchini, vicepostulador de la causa de José Gregorio Hernández, a La Prensa de Lara, el proceso de consulta en el Vaticano, donde se estudia su presunto segundo milagro, se encuentra en fase de consulta médica.
“Ahorita está en la consulta médica, luego debe pasar la fase de teólogos que se encargan de citar cómo fue la invocación de intercesión, y la tercera fase es la plenaria de cardenales, que es cuando los cardenales y obispos que pertenecen al Dicasterio de las Causas De los Santos, corrobora en la primera y la segunda reunión el milagro. Esta plenaria es larga, puede tardar alrededor de dos años”, resaltó Barracchini.
Este segundo caso está siendo estudiado en el Vaticano desde junio de 2022. La iglesia ya reconoció un primer milagro de José Gregorio Hernández en 2019, por el caso de Yaxury Solórzano, quien fue alcanzada por una ráfaga de escopetas de perdigones cuando unos delincuentes trataron de robar a su padre en el año 2017. Después de este suceso, fue trasladada al Hospital Pablo Acosta Ortiz en San Fernando de Apure, Venezuela, con una lesión en el cráneo y masa cerebral expuesta, según detalles que dio a conocer en su momento la Conferencia Episcopal Venezolana.