Aunque vivieron en contextos y tiempos diferentes, estos dos ejemplos de fe para los venezolanos tienen en común mucho más que su profundo amor a Dios a través del servicio a los más necesitados.
José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles tuvieron caminos vocacionales distintos: él, un laico dedicado a la medicina y ella, una fundadora de congregación religiosa. Sin embargo, sus vidas comparten notables similitudes espirituales y de gracia que son un modelo de santidad tanto para el país como para el mundo.
Ambos representan la entrega absoluta a Dios, demostrando que el llamado de ser prueba viva del evangelio es un compromiso que se puede asumir sin importar la realidad de vida o el contexto social.
El amor de madre marca significativamente la infancia de estos santos, enseñándoles el valor de la entrega y la importancia de poner a Dios en el centro de todo. Como lo dijo José Gregorio Hernández en una ocasión, «mi madre que me amaba, desde la cuna me enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios, y me puso de guía la santa caridad…».
Sus padres fueron hombres de valores cristianos, que protegían su hogar y que, con mucha rectitud, les inculcaron la disciplina y la búsqueda del éxito en el trabajo. Ambos pudieron dar una situación económica privilegiada a sus familias, sin dejar de lado la importancia de la sencillez y humildad que tanto caracterizó a sus hijos.
Una de las coincidencias más resaltantes en sus biografías es la lucha constante por discernir la voluntad de Dios en medio de las grandes pruebas de su vida. José Gregorio Hernández intentó ingresar dos veces al claustro en Italia, siendo devuelto a Venezuela por problemas de salud, así como Carmen Rendiles no fue aceptada en varias congregaciones debido a su discapacidad física.
En ambos casos, aquel rechazo los redireccionó a un apostolado distinto: Dios los quiso en la primera línea del servicio, utilizando su vida laica y consagrada para el bien común, ofreciendo sus virtudes y talentos a los más necesitados.
Más allá de las pruebas vocacionales, ambos santos compartieron un profundo amor por la Eucaristía, un pilar inquebrantable en sus rutinas de oración y discernimiento. Así como lo expresó Madre Carmen, “Jesús Hostia es la vía que nos lleva a la santidad, sigamos siempre esta vía”.
Fue para ellos el mayor ejemplo Jesús en la cruz, pues en él aprendieron a ofrecer los sufrimientos que llegaron a experimentar para la gloria de Dios en la tierra. Dejaron de lado sus incomodidades y dolores en muchas ocasiones para seguir con sus labores, entendiendo que su propósito era más grande que ellos mismos.
La caridad y el servicio al prójimo, especialmente a los más vulnerables, fue el centro de su misión: él como médico que sanaba el cuerpo y ella como religiosa que formaba en la fe y la educación. Al conocer sus vidas y obras, es una revelación inevitable que los primeros santos venezolanos trabajaron arduamente por la enseñanza de un mismo ideal de fe incondicional y entrega generosa.
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