Manuela Pérez | LA PRENSA DE LARA.-& ;La maestra de educación inicial Andreína Caro, retornó al país «por motivos de trabajo» pero ahora decide irse a Ecuador, ya que, a pesar de tener 13 años de servicio, el salario que devenga no le alcanza «ni para el champú».
«Me tuve que venir sin despedirme, porque el sueldo no me alcanza sino para dos productos y tuve que emigrar con mis hijos. Yo amo mi trabajo, pero la economía me arropó«, sentenció.
Ese mismo caso se repite una y otra vez en muchos de los caminantes que a pesar de haber regresado al país bajo promesas de mejoras y con la esperanza de fuentes de empleo que le permitieran mantener a su familia tuvieron que emprender nuevamente el viaje hacia Colombia e incluso, Perú y Ecuador
Con los ojos puestos en una mejora económica para sí mismos y para su familia, los migrantes venezolanos emprenden un viaje lleno de incertidumbre, donde la necesidad y la voluntad se hacen más fuertes que el miedo.
«En mi caso específico tengo un niño con discapacidad«, relata uno de los caminantes proveniente de Maracay, estado Aragua; «él usa pañales. Si le compro los pañales, no le compro el alimento, si les compro el alimento no compro para lo demás. Es rudo, es fuerte», confiesa.
Viaja en familia, llevando a su niño en una silla de ruedas. «Muchas personas te critican por lo que haces, pero no entienden que la situación te obliga a hacerlo, por la mejoría, por la de uno y la de la familia».
Un grupo de unas 15 personas aproximadamente, ha estado caminando desde la madrugada del miércoles 7 de octubre y para algunos, aún el camino es largo porque les falta recorrer cientos de kilómetros hacia sus destinos.
«Desde Valencia hasta aquí hemos tenido que dejar nuestras pertenencias. Zapatos, la mejor ropa, teléfonos, todo», lo que las ha obligado a pedir ayuda. «Venimos huyendo de la crisis que hay aquí en Venezuela», sentencia.
Piden ayuda
En días pasados, funcionarios de seguridad a la altura del sector El Mirador obligaron a un grupo de migrantes a devolverse a la avenida Marginal del Torbes para irse por Peribeca, un camino que no todos conocen y que alarga el viaje de los ya cansados migrantes.
Se pudo observar que para evitar pasar frente a los funcionarios ubicados en la alcabala de Puente Real, los caminantes toman un desvío bajo el elevado, a fin de no ser molestados.
Ante esto, la solidaridad se hizo sentir, como quedó evidenciado en el sector de Santa Elena, en El Mirador, donde los habitantes acompañaron a los caminantes para cerciorarse de que no fueran fastidiados y siguieran su camino por la ruta más corta hacia la frontera.
