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Conservacionistas tratan de salvar el acervo genético del cardenalito

En Lara, generaciones enteras han crecido escuchando en la escuela que el cardenalito es rojo «porque manchó su plumaje con sangre de Cristo», como dice la canción del maestro Adelis Fréitez. Esta diminuta ave, que apenas mide 10 centímetros y pesa 10 gramos, está en el subconsciente de los barquisimetanos, pero muy pocos han tenido el privilegio de verla sobrevolar el cielo o cantar entre los árboles, ya que desde 1950 se considera en peligro crítico de extinción, según el Libro Rojo de la Fauna Venezolana.

Actualmente no hay registros que permitan saber si quedan miles o sólo cientos de estos individuos; lo único claro es que su reducción es crítica. En 2015, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la incluyó en la lista de animales en peligro de extinción. Por ello, resulta una verdadera hazaña lo logrado este año por el Centro de Conservación del Cardenalito en Venezuela, ubicado en el Zoológico Dr. Leslie Pantin, estado Aragua, donde nacieron un total de 47 pichones de cardenalitos, lo que representa una esperanza para evitar su desaparición.

A los pocos días de vida, son muy parecidos a sus madres, con un plumaje grisáceo. La hembra sólo tiene el rojo claro en el pecho. Mientras que los machos tiene la cabeza, alas y cola negra, y el resto del cuerpo es rojo brillante. Esta especie es endémica de Venezuela; es decir, no se reproduce en otra parte del mundo.

¿Cómo se salvan los cardenalitos?

En 2019 se creó la «Iniciativa Cardenalito», un esfuerzo entre organizaciones como Provita, el Smithsonian Institution y el Zoológico Leslie Pantin, cuyo objetivo es salvar a este pajarito mediante su reproducción en cautiverio, pero replicando su hábitat natural.

En Venezuela, su ecosistema son los bosques secos o zonas semiáridas del Noroccidente, en estados como: Zulia, Lara, Falcón, Barinas, Mérida, Guárico, Yaracuy, Aragua y Miranda. Sin embargo, hay una población de cardenalitos en el Suroeste de Guyana, y hacia el año 2000 se avistaron en Cúcuta, Colombia, ya que esta ave suele desplazarse grandes distancias en busca de alimentos.

«En el Centro de Conservación del Cardenalito en Venezuela (CCCV), desarrollamos cinco estrategias para cuidarlas: la primera es la investigación in situ (vida silvestre) y ex situ (cautiverio). La segunda es conservar hábitats seguros. En este caso, se educa a los caficultores, tratando de que entiendan la importancia de no deforestar, cultivar el café a la sombra y aplicar prácticas orgánicas, evitando pesticidas para no afectar la vida del cardenalito», explicó Enrique Azuaje, médico veterinario y curador del CCCV.

La tercera estrategia es rescatar, reproducir y reintroducir. El CCCV tiene el propósito de ser un acervo genético del cardenalito, por si llegase a extinguirse de su vida silvestre.

«Tenemos una representación de ejemplares que han sido entregados por la decisión de personas que los tenían en jaula, como mascotas, y que se solidarizan con el proyecto y también tenemos cardenalitos que son producto de confiscaciones hechas por el Ministerio de Ecosocialismo», expresó.

Las que son víctimas del tráfico ilegal de aves, suelen llegar muy golpeadas. El trabajo del CCCV es atenderlas y tratar de salvarlas. Todas las especies que reciben son investigadas exhaustivamente para determinar su edad reproductiva, de qué zonas provienen, sus características y si son fértiles. Para eso establecen contactos con otros zoológicos de Venezuela que tengan una data de cardenalitos, o buscan información en el Smithsonian Institution, para obtener datos estadísticos.

«El cardenalito es el único Spinus rojo que existe en el mundo, esta es una de las cualidades que ha hecho que en la actualidad corra el peligro de extinguirse», exclamó Azuaje.

Reproducción

El proceso de reproducción del cardenalito en cautiverio es una de las labores más difíciles de alcanzar. Según contó el doctor Enrique Azuaje, curador del Centro de Conservación del Cardenalito en Venezuela (CCCV), una vez que estas aves son cedidas a este proyecto, tardan en promedio dos años en adaptarse al confinamiento. Lo más complejo es que el cardenalito tiene un ciclo de reproducción muy corto, es a partir de los ocho meses de vida que son fértiles hasta alcanzar los cinco años. Después de ese tiempo pueden seguir viviendo, pero sin procrear.

«La hembra es más delicada porque tiene la mayor carga reproductiva, entonces el desgaste es mayor. Es la que pone los huevos, los incuba por 13 días hasta que nacen, se encarga de cuidar los pichones los primeros días. Luego esa tarea la asume el padre. A medida que van creciendo las nuevas aves, el macho es el que busca el alimento, los enseña a volar, a conseguir comida y a desenvolverse», precisó el especialista.

En el CCCV investigan toda la historia genética de los cardenalitos para evitar en lo posible la endogamia (la reproducción entre individuos estrechamente relacionados genéticamente) y así poder formar parejas idóneas. Este 2024 consiguieron 11 parejas que reprodujeron 47 pichones. Es un incremento significativo, porque en 2022 cuando comenzaron tenían sólo seis parejas que lograron anidar 16 pichones. En 2023 también tenían seis pares que dieron 15 nuevos pajaritos.

La particularidad que tiene este programa en el Zoológico Leslie Pantin es que tratan en la medida de lo posible de replicar el ecosistema natural de los cardenalitos. Para eso utilizan aviarios, se trata de jaulas gigantes que miden 27 metros cúbicos, que es el espacio necesario para que puedan volar, elaborar su nido, buscar sus alimentos y empollar.

«Los aviarios tienen que ser bastantes amplios para que ellos puedan desenvolverse y que las plantas crezcan, porque también hay que hacer esta simbiosis entre las plantas y las aves en un recinto cerrado, ambas especies necesitan de cuidado», acotó el médico veterinario.

En el centro tienen un vivero, donde reproducen las flores de las que se alimentan los cardenalitos. Ellos comen muchos tipos de flores, hojas y semillas. Lo hacen en diferentes alturas, desde las que están en lo más alto, en la copa de los árboles hasta las que están a nivel del suelo. «Esto representa que el cardenalito cumple un rol importante dentro del ecosistema del Noroccidente de Venezuela, porque dispersan semillas y mantienen el follaje», puntualizó.

Pueden tener hasta tres nidadas al año y en cada una nacen dos y cuatro pichones. Su proceso reproductivo coincide con los picos de lluvia en el país, entre los meses de mayo y junio, septiembre y octubre. Esta es la época en que hay mayor luz y hay más plantas disponibles. Esa fertilidad que tiene el cardenalito, hace que tengan altas posibilidades de salir del peligro de extinción, siempre que se logre un manejo adecuado en su cautiverio.

Dos grandes enemigos

El cardenalito tiene dos amenazas que han arrasado con su población desde 1950, la primera es el tráfico ilegal y la segunda la pérdida del hábitat por la deforestación.

«El problema comenzó por el uso no sustentable de la especie, con fines de ornitología deportiva, que es la reproducción en cautiverio para tenerlos de mascota, por eso los traficaban a otros países. El cardenalito tiene la posibilidad de crear híbridos con el canario doméstico (Serinus canaria doméstica) y estos salen fértiles. Y es por eso que los buscaban, con la idea de cruzarlo para obtener el color rojo del canario. Eso ocasionó que disminuyera la especie en vida silvestre, porque al ser tan delicados y vulnerables, puede morir fácilmente fuera de su hábitat.

Por eso, entre las estrategias del CCCV está la educación ambiental en las comunidades donde habita el cardenalito. Allí se les explica a agricultores, mujeres y niños su importancia en el ambiente, cómo pueden protegerlo. Igualmente trabajan de la mano con los canaricultores, para desalentar la idea de sacar al cardenalito a otro país y cruzarlo con canarios, porque la mortandad puede ser alta», argumentó.

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Ana Uzcátegui

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