EFE | LA PRENSA.- Atravesar parte de Colombia a pie es el desafío que enfrentan a diario de decenas de venezolanos que, sin dinero para el transporte, se aventuran desde la frontera por las carreteras del país para llegar a ciudades del interior en busca de trabajo y futuro.
Con el equipaje a cuestas, algo de comida, agua y el poco dinero que pudieron ahorrar trabajando o pidiendo en las calles de Cúcuta, capital departamental de Norte de Santander, la mayoría de los caminantes se dirige a Bucaramanga con la esperanza de hallar empleo.
A estos inmigrantes desesperados que en algunos casos llevan días sin comer ni dormir bien, les esperan cerca de 195 kilómetros de caminata hasta Bucaramanga, capital del departamento industrial de Santander, un recorrido que puede tomarles más de una semana y que en autobús tarda cerca de cinco horas y cuesta 45.000 pesos (unos 13 dólares).
Dos de ellos son Rodolfo Escobar y Aurelio Rivas, provenientes de Puerto Cabello, en el estado de Carabobo, que se conocieron en Colombia y junto a varios compatriotas caminan desde muy temprano bajo un sol canicular.
Escobar, que pertenecía a la Policía venezolana, tuvo que dejar su país hace un mes porque el dinero no le alcanzaba para alimentar a sus hijos de ocho y cuatro años, y a un bebé de seis meses que junto a su esposa se quedaron en Venezuela.
«En Venezuela si medio comes, no te vistes, es muy difícil, y uno toma estas acciones por sus hijos y sus familiares para poderles enviar algo de plata», dice a Efe.
El resultado de las «elecciones presidenciales» del domingo en las que fue «reelegido» Nicolás Maduro le impulsó a tomar la decisión de irse de Cúcuta, ya que cree que la crisis económica y social empeorará en su país y en esta ciudad, principal puerta de entrada a Colombia y repleta de compatriotas suyos, no encuentra nada qué hacer.
«Al ver la victoria de Maduro yo les dije a mis compañeros: Vámonos a Bucaramanga porque en Venezuela nada va a cambiar», añade este hombre de 29 años.
Por su parte, Rivas, de 18 años, dejó sus estudios y a su familia hace dos meses para ir a Cúcuta, y ahora, desesperado por la situación, optó por irse a pie a Bucaramanga.
«Es triste, yo nunca había pedido nada en la calle; la gente me daba almuerzo y nos regalaba cualquier dinero, pero el fin de semana de las elecciones no teníamos más plata y nos tocó dormir a la intemperie, por eso es mejor irnos», afirma.
Con poco más de 20 kilómetros recorridos en las primeras 12 horas, ambos son optimistas a pesar de que no tienen claro el tamaño de su desafío ya que la carretera es en su mayor parte montañosa y deben atravesar el frío páramo de Berlín.
Sin embargo, se les nota la preocupación cuando recuerdan que en su hatillo, además de la ropa, no les queda más que agua y arroz como único alimento.
Unos 30 kilómetros después de salir de Cúcuta va Antony Bogado, de 35 años, acompañado de un primo de 43 y un sobrino de 18, con quienes lleva dos días caminando.
El trío hace una parada en el caserío de El Diamante para descansar y comer frutas que han recibido de la gente, y en su equipaje se asoman mantas que también les sirven como colchón.
Bogado, que trabajaba como albañil en Venezuela, cuenta una situación similar a la de todos, que el dinero no alcanzaba y que lo poco que ganaba le servía para comprar unos pocos kilos de harina.
«Hay que buscar un futuro para nuestras familias porque allá en Venezuela no hay futuro de nada, y los poquitos pesos que conseguimos en Cúcuta no alcanzan para mandar», añade.
En algunas casas a la orilla de la carretera les dan agua y comida y al reanudar la marcha lo hacen con la esperanza de que algún conductor caritativo les deje subir a su vehículo, aunque sea unos kilómetros.
Bogotá y Medellín son otros destinos de los caminantes, animados por noticias de compatriotas que han conseguido trabajo en esas ciudades.
«Vengo caminando hace un mes desde Venezuela, a veces me subo en un bus o en lo que salga; me ha tocado colgarme hasta en camiones», relata a Efe José Velazco, de 24 años, quien trabajaba en el campo y se dirige a Medellín.
Consciente de que en Cúcuta no hay empleo para todos, Velazco dice que aspira a conseguir trabajo en alguna finca cercana a Medellín y así poder comer bien, un placer que no se da hace mucho tiempo.
«Vengo con otros 15 caminantes, y queremos tener una buena comida, comer pollo, carne, porque en Venezuela solo comíamos garbanzo y yuca», recuerda.
La crisis en Venezuela ha ocasionado un éxodo masivo hacia Colombia donde ingresan a diario cerca de 35.000 personas, muchos de ellos sin intención de regresar a su país.
«Uno se va (de Venezuela) porque allá no hay comida, y nos vamos caminando porque el pasaje está muy caro, si no tenemos ni para comer, menos para pagar eso», asegura.