Jesús Pérez | LA PRENSA de Lara – Enfrentarse a la pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, es aún más difícil cuando se está lejos de casa. Para Celenis Suárez, una joven oriunda del estado Lara, que emigró hace más de siete meses a Argentina, ha significado un nuevo reto que tocó su puerta: sobrevivir sola y alejada de su tierra natal a la enfermedad del COVID-19.
El deseo de superarse en el ámbito laboral hizo que Celenis, con licenciatura en Comunicación Social, tomara una decisión similar a la de unos cinco millones de venezolanos, quienes optaron por abandonar el país en busca de una mejor vida, según cifras actuales de la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La larense de 23 años, relata estar agradecida con Dios y afirma con bastante optimismo, continuar con buena salud y actividad laboral mientras la COVID-19 golpea suelo argentino, sin embargo, mantener su trabajo desde su residencia aún no alivia su lucha por sobrevivir, pues debido al cese de la actividad comercial causado por las medidas de confinamiento, no ha recibido su remuneración desde que inició el aislamiento social, el pasado 17 de marzo.
Con ahorros ha podido soportar estos casi tres meses de paralización económica, a la espera de la reactivación de las empresas y con eso, poder volver a percibir un sueldo. Ella trabaja en una empresa de construcción, se encarga del área organizacional y de logística, de contratistas, espacio laboral donde le ha ido muy bien, pero los efectos de la pandemia, la han paralizado y con eso, su reciente contratación.& ;
«La cuarentena ha obligado al cierre de las oficinas, sigo trabajando desde casa sin cobrar aun mi sueldo, puesto mi contrato se ha demorado por el confinamiento, y la autorización para empezar a cobrar viene desde Buenos Aires», explica en detalle Suárez, con un poco de incertidumbre.
Pero como buena venezolana tomó el optimismo como arma para abrirse paso entre la pandemia y, gracias al poco dinero que guardó meses atrás, puede mantenerse a salvo mientras el «modo supervivencia» del mundo es desactivado. Aunque su mayor deseo desde que empezó el estado de emergencia en Argentina es reencontrarse con su familia, asegura que en este momento es mucho más seguro seguir apoyándose desde la distancia.
«Ante esta situación me siento con un mayor deseo de reencontrarme con mi familia, de abrazarlos, creo que siempre he sentido un profundo valor por mis padres, pero ahora siento que los valoro más, que le agradezco el doble a Dios de estar viva y de que mi familia y amigos en Venezuela estén bien. Mi bandera por estos días es que toca seguir fortaleciéndonos espiritualmente y creer en que todo lo que pasa culminará pronto», expresa.
La historia de Celenis es quizás una de las pocas que no rozan el trágico drama que pueden vivir los casi 200 mil venezolanos en suelo argentino que calcula la Organización Internacional de Migraciones (OIM) hasta la fecha. Pero demuestra otras de las miradas hacia la sombría pandemia del coronavirus y sus 1.403 víctimas fatales en este país, entre los 69 mil 941& ;positivos contabilizados hasta el viernes, 3 de julio.
Crisis económica la empujó a irse de Venezuela& ;
«La razón principal que me llevó a dejar mi país fue las ganas de encontrar un empleo con mejores ganancias, puesto que en Venezuela mis ingresos siempre fueron menor a 30 dólares y la ventana de oportunidades era limitada», cuenta la joven, graduada en Comunicación Social, de la Universidad Fermín Toro ubicada en Barquisimeto, estado Lara.
Con ayuda de sus padres partió en octubre de 2019 a Santa Cruz, una provincia en la Patagonia de Argentina. Como migrante vivió todo un carrusel de momentos, pero el más inesperado llegó a mediados del pasado mes de marzo, cuando el ministerio de Salud del país anunció sus primeros casos del coronavirus, desde entonces se ha aferrado a la fe y se llena de entusiasmo.& ;
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