Arturo López | LA PRENSA.- Al menos 273 denuncias no formales por violencia de género se han presentado ante el Instituto Regional de la Mujer del Estado Lara (Iremujer) durante los meses de enero y febrero, una cifra que prende las alarmas de las autoridades pues demuestra que el machismo mantiene su yugo sobre las féminas en pleno siglo 21.
Aunque no se tienen estadísticas oficiales sobre casos denunciados ante los cuerpos de seguridad, se estima que 273 sea una cifra ínfima, ya que Iremujer recibe a diario dos llamadas anónimas sobre violencia de género que no llegan a procesarse de forma legal, según reseñó Neida Gutiérrez, coordinadora de Salud y Atención de Iremujer.
En el año 2016 las cifras de violencia contra la mujer, manejadas por ese instituto, se elevaron a 2 mil, siendo los municipios Iribarren, Palavecino y Jiménez los que registraron mayor cantidad de casos.
En Iribarren las parroquias Juan de Villegas, Catedral y Concepción repuntan como las más violentas.
Prefieren callar
Si bien se estima que la violencia de género esté ganando terreno, también es cierto que el temor de delatar a su agresor frena a las mujeres abusadas.
“Muchas mujeres que viven en carne propia los abusos del hombre no acuden a los cuerpos de seguridad para formular la denuncia por miedo a las constantes amenazas que reciben de su agresor y en medio de su caos piensan que callar es la mejor opción para sobrevivir”, explica el sociólogo Nelson Freitez.
Uno de los principales problemas que atraviesan las autoridades para combatir la violencia contra la mujer es que Venezuela mantiene un sistema social patriarcal en donde la autoridad es ejercida por un varón jefe, que establece normas de comportamiento de su pareja, e incluso de los propios hijos, sobre quienes mantiene el domonio a través de la violencia física, verbal o sicológica.
Esa opresión a la que es sometida la mujer, crea una conducta codependiente que hace que la víctima se sienta indefensa y desprotegida.
“En algunos casos las mujeres no denuncian los abusos porque no confían en las autoridades policiales. Además temen que tras delatar a su agresor queden en la calle porque en Venezuela no hay refugios para atender y resguardar a las víctimas”, asevera Freitez.
Sin embargo, el especialista en conducta humana exhorta a las mujeres a no guardar el silencio y denunciar los abusos para acabar con esa tortura.