Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Sus casas se abren, sin importar que sean de bloques o de zinc. Los pisos «se explotan» y los estantillos ya ni pueden sostener las paredes abombadas. Los vecinos adyacentes a la avenida Uruguay, al sur de Barquisimeto, viven rogándole a Dios que en este periodo de lluvia no terminen de colapsar sus residencias. Se sienten atados al miedo y a la necesidad extrema de desafiar ese alto riesgo, por no tener un lugar para mudarse.
Mirar el techo de la casa de Miriam Torres, es ver que en el centro lo atraviesa un plástico grueso. Su rancho de zinc se está partiendo en dos y esa es la única opción para evitar inundarse. «¡Cuidado!» grita, porque el paso es inestable, ante un piso que pasó a más tierra que cemento debido al deslizamiento del terreno que amenaza con terminar de dividir por completo la humilde casa que habita desde hace 14 años. Ella vive con su hijo y ni siquiera pueden remodelar, porque sería un trabajo perdido en pocos meses.
Yuraima Zerpa también señala que vive en zozobra y siente mucho miedo de la furia del suelo, tanto por la anegación de la lluvia o por un temblor. Tuvo que construir detrás de las ruinas de una casa que no soportó las grietas ni el desprendimiento por la debilidad de un terreno, que suele inundarse al recibir buena parte del drenaje desde la avenida Vargas.
Fue tanta su desesperación que a principio de 2023, tuvo que levantar una pieza para su familia, considerando que su esposa Egdalis Martínez está a pocas semanas de tener el quinto hijo. Están conscientes del peligro latente, pero tampoco tienen otro terreno para construir ni para vivir pagando alquileres.