jueves, 21 noviembre 2024
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Tintorero se aferra a conservar su artesanía, tradiciones y agroturismo

Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- En las comunidades de El Negrete, Los Pajuices, Campo Lindo, El Pozón, La Costa, Los Cerritos, El Rodeo y Canape de la parroquia Tintorero, municipio Jiménez, existe un promedio entre 30 y 40 telares, cuyos dueños están empeñados en mantenerlos activos. La producción de hamacas, cobijas, tapetes y hasta masayas o sillas ha disminuido drásticamente en la última década por el descenso del número de turistas, debido al bajo poder adquisitivo. Pero hay familias de artesanos que no le dan descanso a sus manos y se llenan de optimismo a diario para seguir elaborando los tejidos más pintorescos y famosos del país.

David Sarmiento tiene 40 años fabricando hamacas. Al presentarse, dice con orgullo ser nieto de Sixto Sarmiento, uno de los fundadores de Tintorero que en 1909 aprendió de Juan Evangelista Torrealba, el primer artesano que llevó un telar a esa población. Sus estimaciones lo llevan a pensar que en la época dorada del tejido que comenzó en 1984 cuando empezaron a fabricar hamacas con hilo pabilo y hasta exportaban la cantidad de dos container al año de mercancía hacia Florida, Estados Unidos, existían unos 500 telares en el Valle de Quíbor. Hoy con pesar cree que queda menos del 10% funcionando. La crisis económica y la migración forzada ha hecho que muchas familias hayan dejado su formación socioeconómica tradicional para subsistir con otros oficios ajenos a la artesanía, lejos de estas fronteras.

«Anteriormente, en esta parroquia había muchos telares trabajando, actualmente quedan pocos, pero estamos confiando en Dios en que se va a reimpulsar este trabajo porque Venezuela se niega a morir y los artesanos nos empeñamos en seguir luchando«, exclamó. Junto a su yerno, Samuel Sánchez reactivaron hace tres años un telar que data de la época de 1920, en el que producen un promedio de 20 hamacas diarias.

Fabricar una hamaca es un proceso complejo que no lo puede hacer una sola persona. En este taller trabajan ocho, todos familia. «Primero se prepara la base del tejido en un urdimbre que es el conjunto de hilos que se coloca paralelamente en una estructura de hierro que mide tres metros, para formar una tela. Allí una persona le va dando vueltas, baja y sube los hilos que va a utilizar como base en su producción. Posteriormente, eso pasa al telar de madera que tiene pedales. Allí un muchacho se encarga con el movimiento de sus manos y pies de prensar esa tela, y con una lanzadera o aguja va haciendo la trama que son las combinaciones de colores que va a tener el tejido. Por lo general, son colores alegres, caribeños«, explicó.

Puede ampliar esta información en nuestra edición impresa de este miércoles 6 de septiembre.

 

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