Osman Rojas | LA PRENSA.- En las manos usan una bolsa negra doblada dos veces para que no se rompa. En el rostro se improvisan un tapaboca con trapos para evitar sentir los fuertes olores del pabellón o de la maternidad en el hospital Antonio María Pineda. Así resuelven las camareras los insumos que les hacen falta para cumplir sus rutinas de trabajo desde mediados de 2016.
“Uno da dos pasos adentro del hospital y provoca vomitar. No tenemos nada para limpiar y nada para protegernos. Hemos denunciado esto en más de una oportunidad. Dirección de Salud tiene un escrito firmado por nosotros, pero lo que nos dicen es que no hay presupuesto”, expresa con rabia una de las camareras de la institución que no quiso revelar su nombre por miedo a ser despedida.
Tan grave está el asunto en el centro de salud que ayer amaneció sin una gota de cloro, así lo denunciaron dos de las trabajadores que de a poco soltaban sus quejas al equipo periodístico de La Prensa en el área de quirófanos. “Los implementos de limpieza llegan con irregularidad”, expresaron dos de las consultadas.
Una de las fuentes confiesa que el jueves y viernes de la semana pasada los pabellones fueron limpiados sólo con agua porque no tenían jabón. “Los doctores le piden a los familiares insumos de limpieza porque ni ellos aguantan el olor”, relató la informante.
Lo que más preocupa al personal de limpieza son las enfermedades a las que se exponen. El año pasado una trabajadora se pinchó con una aguja de una paciente que tenía VIH, la muchacha no tenía guantes y quedó tan traumada que renunció por miedo a infectarse.
Los servicios más afectados por la falta de insumos para limpieza son los pabellones, maternidad y el área de hombres y mujeres. Enfermeras, familiares y personal de limpieza dicen que los lunes el olor es insoportable por la basura acumulada el fin de semana.
La falta de estos insumos ha puesto a los familiares de pacientes también a colaborar, según Jorge Peraza, quien tiene a su padre hospitalizado en UCI y el pasado lunes tomó la decisión de comprar jabón y desinfectante para que limpiaran el área.
“Eso es mortecina”, relata mientras escupe al suelo al recordar el nauseabundo olor de segundo piso.