Willian Croes | La Prensa.- En tiempos en que los precios de la caña se fueron para arriba, los larenses han optado por volver a la carterita. Comprar botellitas pequeñas de aguardiente o a base de licores secos es una alternativa muy utilizada, cuando de echarse unos palitos se trata.
No es casualidad que en los estantes centrales de las licorerías figuren botellas de aguardiente, anís o de licores a base de ron, brandy o whisky. Son estas bebidas alcohólicas las que han desplazado a las tradicionales, más que todo por el precio.
“Antes un cliente compraba una caja de cerveza y una bolsa de hielo, pero ahora prefiere comprar una botellita de 0.70 de cualquier licor seco”, expresa Egidio González, un encargado de licorería, quien se ha tenido que aprender las características de aguardientes que para él eran desconocidos, porque ahora es lo que más se vende.
El anís, la canelita, el cocuy y el aguardiente caña clara son los que puntean en las preferencias de los consumidores. Una carterita de estos licores puede tener el mismo precio que una bolsa de hielo. Quienes compraban antes dos cajas de cerveza ahora compran una y se llevan una carterita para rematar.
Con lo que cuesta una caja de cerveza y una bolsa de hielo se pueden llegar a comprar hasta cinco carteritas de miche. Las personas ya han dejado de prestarle mucho interés a las marcas o tipo de licor, ahora se fijan más en el precio.
En licorerías del oeste y norte de la ciudad, seis de cada 10 clientes se llevan su botellita de miche.