miércoles, 27 noviembre 2024
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«No nos maten» pedían los vecinos de la Sucre

Tatiana Suárez | LA PRENSA.- Como si se tratara de una verdadera película de terror, así vivieron los vecinos de la urbanización Sucre, en la avenida Libertador, la noche de este miércoles 27 de abril, luego del enfrentamiento entre protestantes y funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). La represión fue «brutal».

Así lo comentan los mismos residentes del sector, quienes aseguran que fue una noche llena de zozobra y angustia. El miedo se apoderó desde los más pequeños hasta los más grandes. Los llantos y el eco de los disparos despertaban la desesperación y encendían las llamas de la incertidumbre.

«Nos nos maten, no nos maten», gritaba una señora con voz débil desde su vivienda.

La noche del miércoles nadie durmió en paz en la Sucre, ni siquiera los perros, a quienes les tuvieron que dar calmantes para que dejaran de llorar y ladrar. Los disparos provenientes de la GNB se escuchan muy cerca. Los vecinos podían sentir los pasos de los funcionarios acercándose a las puertas de los apartamentos, podían escuchar como quebraban los vidrios de las ventanas. El único lugar seguro que pudieron encontrar fue el piso. No les reconfortaba pero sí los alejaba de recibir un impacto de bala. Allí pasaron la noche con temor.

A pesar de que escuchaban por unos parlantes como el cuerpo de seguridad pedía que bajaran para garantizarles la paz, nadie se atrevía a salir. El miedo podía más.

En la azotea se encontraban como 15 personas, algunos heridos, no sabían que hacer, no querían bajar. No confiaban en la palabra de funcionarios que los reprimían con gases lacrimógenos y disparos.

Cuatro horas después de una «batalla campal» se escuchó un silencio, que por momentos perturbaba, nadie sabía como interpretarlo, seguían con el miedo vivo a flor de piel. En eso oyeron una voz, era el pastor José Rea, quien encabezada la comisión de paz junto al secretario general de gobierno en Lara, Erick Valles. Estaban mediando para que acabara el conflicto. En ese momento la GNB se fue.

Los médicos a quienes se les había restringido el paso lograron subir para atender a los heridos. Lo hicieron con linternas. En el lugar no había luz, habían disparados hacía los transformadores y quitado el servicio eléctrico en los edificios.

Salió el sol, era un nuevo día pero seguía la angustia, la intriga, la desesperación. Ver las escaleras llenas de sangre revivía a los vecinos cada segundo de lo vivido la noche anterior. Se abrazan y lloraban, el susto estaba intacto.

La noche del miércoles 27 de abril nunca la olvidarán en la urbanización Sucre. Esa noche dejó a cuatro personas heridas, entre las que entra un recién nacido, y 31 detenidos. Los adultos tienen miedo pero los jóvenes no pierden las esperanzas.

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