Lorena Rojas | LA PRENSA DE LARA.- El día y la noche son eternos para la familia Rangel Mendoza. Tienen 10 meses viviendo detrás de un kiosco ubicado en la carrera 19 con calle 54, al oeste de Barquisimeto, al que les tocó instalarle una tapita de zinc para poder cubrirse del inclemente sol y la rudeza de la lluvia.
Allí apenas tienen una fina colchoneta para descansar y una que otra pertenencia. A esta cruda realidad se enfrenta Yaneth Mendoza, quien a diario debe llenarse de fuerza para no decaer e intentar superar la tragedia que arropó a su familia. El ranchito donde vivía con su esposo e hijos de 9, 6 y 3 años en El Tostao, se cayó producto de unas fuertes precipitaciones, el daño fue tal que aunque intentaron volver a levantarlo fue imposible.
Desesperada y con la necesidad de un espacio para vivir, emprendió rumbo junto a los suyos hacia una zona cercana al terminal de pasajeros. «Ahí nos robaron muchas cosas, nos dejaron sin nada, por eso llegamos aquí a los kioscos», dice con tristeza la dama de unos 35 años, oriunda de Punto Fijo.
Cuando llegaron a lo que hoy se convirtió en su hogar, los propietarios al ver la situación en la que se encontraban y conmovidos por el drama en que vivían sus hijos dejaron que se quedaran; sin embargo, desde ese entonces no han obtenido alguna mejoría.
En ocasiones, alguno que otro representante del gobierno se acerca a conversar con ellos, pero la ayuda no llega con la visita de los funcionarios.
«Cuando nos robaron nos dejaron sin nada, sin identificación y sin tarjetas, aquí no tenemos familia», lamentó José Rangel, quien en su condición de cabeza de hogar cuenta que con el dolor que los embarga, les tocó dejar que sus hijos se quedaran por algunos meses con una amiga que reside en El Manzano, para evitar que ellos continuaran en la calle pasando trabajo.
Para mantenerse sacan sus pertenencias y las venden. Yaneth sabe coser ropa y zapatos, ese oficio le ha sido útil, pues con el dinero que hace pueden comprar alimentos para su consumo, un paquete de chupetas y algunos cigarrillos para intentar aumentar sus ingresos.
La pareja relata que aunque algunas personas los han ayudado regalándole alimentos e incluso un caracol eléctrico para preparar sus comidas, viven una situación muy dura, ya que cuando llueve todo se les moja, además que no cuentan con agua potable y menos con un baño.
«El agua nos la regalan en la clínica, de allí me la traigo en un tobo. Para bañarnos y hacer nuestras necesidades tenemos que esperar que sea muy de noche para que nadie nos vea», dice con vergüenza Rangel.
Hacen un llamado a las personas de buen corazón a prestarle una ayuda para volver a reencontrarse con sus hijos y dejar de vivir en las calles.