Encabezada por antropólogos, arqueólogos y restauradores se dedican a buscar en la historia de la capital del municipio Jiménez
Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- El trabajo del equipo de especialistas del Museo Antropológico «Francisco Tamayo» de Quíbor no se limita a las excavaciones, profundiza la fase de interpretación de estudios, así como avanza en la actualización del registro digital. Se dedican a hurgar en la historia que va más atrás de los 404 años de la capital del municipio Jiménez, para descubrir la cotidianidad de esas comunidades de arawacos con más de 1800 años de antigüedad.
Es una dedicación a puerta cerrada encabezada por antropólogos, arqueólogos, restauradores, entre otros que buscan más explicaciones del modo de vida de estos indígenas, no se limitan al anuncio de hallazgos de esqueletos, tal como el del sector Playa Bonita, en octubre del año 2021, extendiéndose a la segunda etapa de la excavación de mayo a agosto de 2022 como parte de esa riqueza con más de 313 sitios de interés arqueológicos en esta jurisdicción.
Explica la antropóloga, Rubia Vásquez, directora del museo, que el estudio fue publicado en una revista especializada el año pasado bajo el título: «Entre la investigación y la divulgación: arqueología de rescate en el sector Playa Bonita, estado Lara, Venezuela», por Ivel Urbina, Luis Rodríguez y la propia Vásquez. La revista es de Ciencias Sociales «Jangwa Pana» de la Universidad del Magdalena, Colombia.
Sólo quedó pendiente el estudio de Carbono 14, que determina la edad exacta de alrededor de 14 individuos, la mayoría jóvenes de 18 a 30 años, incluyendo restos de infantes.
Se enfocan en seguir consiguiendo evidencias, sin llegar a generalizar. Según Vásquez, todo puede ser tan relativo porque las osamentas halladas en Playa Bonita carecían de ofrendas funerarias y se relacionan a una comunidad por debajo del nivel organizacional. Mientras que en el sector Pura y Limpia, se tenían más vasijas y collares. «Se conoce que vivían de la agricultura, pero se puede profundizar ese modo de vida sujeto a la canalización del agua y hasta los roles agrícolas», precisa de determinados desgastes óseos relacionados con enfermedad e incluso aproximarse a sus faenas, por tanto trabajo y el acumulado de horas caminando. Algunas mujeres ejercían las mismas labores que los hombres. Es ver a detalle cada uno de los esqueletos.
Resalta la dedicación de Urbina, quien recientemente culminó su tesis «De lo individual a lo colectivo: osteobiografías de los cuerpos esqueléticos de dos comunidades pertenecientes a la fase Boulevard (245 a 1000) en la depresión de Quíbor, Venezuela», para su maestría en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México.
Valiéndose de las nuevas tecnologías, admite que empiezan a llevar un registro digitalizado porque necesitan el levantamiento virtual para transferir el soporte manual y empezar con un inventario de mapas que permitan esa visión más amplia de los territorios con aldeas indígenas. Una visual más atractiva, capaz de reconocer las magnitudes de las distancias y enlazar de acuerdo a esos más de 300 sitios de interés arqueológico de Jiménez.
Tal profundidad de ubicación y cercanía con los modos de vida de nuestros antepasados es la conexión que aspiran concretar en el museo antropológico.