viernes, 22 noviembre 2024
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Mujeres que luchan por el amor a sus hijos

Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Sacar sus hijos adelante o levantar a su familia son los argumentos de madres que no escatiman esfuerzos para trabajar dignamente y asegurar el sustento del hogar. El peso es mayor cuando son solteras y deben salir a la calle para desempeñ;ar un oficio. Son mujeres cuyo día empieza desde muy temprano y al regresar a casa superan el cansancio para colmar de protección y afectos a sus pequeñ;os. Pero también está el amor de la mujer que sacrifica su vida laboral por dedicarse de lleno a un hijo con problemas de salud.

La discapacidad motora en su hija menor obligó a Evelín Mendoza a abandonar su trabajo, luego de tener experiencia como asistente de laboratorio y secretaria. Lamenta que aunque su embarazo no tuvo complicaciones, al momento del nacimiento empezaron sus problemas que causaron discapacidad motora a su hija. Su primogénita ya estudia en la universidad, pero Yenberly a sus 10 añ;os tiene dificultades para caminar y en el habla. Ni siquiera la puede dejar sola para irse a bañ;ar.

Viven en la parroquia Tamaca y sólo agradece el apoyo de su esposo y su madre. «A uno le cambia la vida, pero toca reponerse del estrés» que le produce dedicarse de lleno como cuidadora y cumplir con el control médico para la rehabilitación de su hija. «Para poder empezar a trabajar tendría que ganar un salario muy alto y así pagarle a alguien para su cuidado», porque su mamá no la puede ayudar porque padece de la cervical y a la niñ;a hay que cuidarla hasta para caminar. Son tantas las dificultades que aún no ha podido cumplir con la escolaridad, tiene previsto buscarle cupo en un plantel de Alí Primera. «¡;Gracias a Dios tiene dos añ;os que no convulsiona!», dice sintiendo cierto alivio.

Con aroma a café

Tomar el café de la «Pochola» es reactivar los ánimos. Una de las sensaciones que despierta Joselín Crespo, a quien bautizaron cariñ;osamente con ese apodo. Ella camina lentamente ofreciendo su negrito, con leche y hasta Toddy en las inmediaciones del Hospital Central Antonio María Pineda y del Pediátrico Agustín Zubillaga, lugares que asumió para trabajar desde hace 19 añ;os.

Son casi dos décadas que le han permitido ingresos para sus hijos Braian, Brigitte y Victoria. Un oficio que comparte con su esposo Roberth Bertis, pero que le suma más responsabilidad porque debe levantarse a las 3:30 am a montar el desayuno y hacer el café para sus tres termos. Una delicia que complementa con pan dulce, tostones, chupetas y algunas chucherías.

Ella siempre sonríe, sin dejar ver su fatiga por tanta madrugadera, lo hace porque sólo tiene una cocina eléctrica a una hornilla y le toca bajar una olla, para luego montar otra. Su hijo mayor ya estudia en el liceo y la segunda está por terminar la primaria, por lo que ya les tocará más gastos con la lista de útiles escolares y uniformes ante la cercanía de la culminación del añ;o escolar.

«Sí se puede sacar adelante a una familia trabajando duro y sacando tiempo para ellos», dice al recordar que además de los oficios de la casa le toca sentarse con ellos a orientarlos en las tareas y aunque suele ser permisiva, siempre la respetan.

Ser autónomas

Más de 30 añ;os dedicada a la preparación de empanadas lleva Elizabeth Márquez. Su puesto está en la entrada principal del Hospital Central y representa la base de trabajo que le permitió levantar a sus tres hijos. Sus hijos ya crecieron y le dieron nietos, pero a sus 53 añ;os sigue trabajando porque no le gusta ser una carga para ellos, quienes también tienen sus compromisos familiares.

«Esto fue lo que aprendí a hacer, de esto vivo y he conocido mucha gente acá», señ;ala y muestra sus manos lisas de amasar a diario hasta 4 kilos de harina para las empanadas rellenas con queso, caraotas con queso, carne molida o mechada, pollo y pabellón. En la actualidad, sigue llegando a diario al hospital a las 5:00 am, aguantando los dolores por la artritis en las manos.

El buen trato y una sonrisa le han permitido ganarse clientes mientras degustan la sazón de sus empanadas acompañ;adas con jugo, malta o refresco. Hay quienes repiten, le piden más empanadas para el desayuno y hasta el almuerzo. Y ella feliz porque «me gusta ganarme la vida», pese al cansancio.

La empatía también se percibe en Yulimar Colmenárez mientras barre en el Centro Comercial Arca. Trabaja en mantenimiento y hace poco vivió un momento tan complicado, que todo lo percibido era para evitar que su hijo mayor abandonara sus estudios de Administración. Su día comienza a las 4:00 am y debe dejar toda la comida preparada para su mamá, además de tener la responsabilidad de su hermana con retraso congénito.

Son madres que no se rinden ante la vida y el principal propósito siempre son sus hijos, sin importar el desgaste físico.

 

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