Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Un abuelo que abusó sexualmente de sus siete nietas de entre 3 a 16 añ;os, en Petare, Caracas, conmocionó al país. Arnoldo Medrano es uno de los sucesos más abominables de los más de 718 eventos de abuso sexual a niñ;os, niñ;as y adolescentes registrados por la Fiscalía General de la República. Depredadores sexuales contra menores que despertaron la indignación de defensores de derechos humanos y deja en el tapete la propuesta de castración química del Movimiento Ecologista de Venezuela, sin el mínimo beneficio en el cumplimiento de la condena.
Tal referencia también recuerda que el ultraje a las víctimas era continuado desde hace dos añ;os, valiéndose del parentesco tan cercano y al colaborar como «cuidador» de las niñ;as. Además de incluir el abuso por parte del tío materno, Édgar Bolívar. En simultáneo, también se conoció de la ubicación del cuerpo de una niñ;a de 5 añ;os en un pozo séptico de un sector de Guacara, estado Carabobo, quien era dada como desaparecida desde agosto por su mamá. Pero realmente fue víctima de su hermanastro, un menor de 14 añ;os que la violó, golpeó y en su pequeñ;o cuerpo recibió las 21 puñ;aladas que le terminaron de quitar la vida. Ambos hechos tan monstruosos dieron pie a la campañ;a «No se tocan» y se hizo viral ese mensaje con el listón verde, recordando el rechazo al maltrato infantil y abuso sexual a menores.
Como delitos atroces, así lo califica Tania D’Amelio, magistrada del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), quien confirma que la Sala Constitucional no considera beneficios procesales y ni siquiera fórmulas alternativas de pena para casos de violencia de género y abuso sexual a niñ;os, niñ;as y adolescentes. Consideran el agravante del acto carnal con víctimas vulnerables, prostitución forzada y explotación sexual a menores de edad.
En este contexto, la propuesta de la castración química que vienen trabajando desde hace seis meses en el Movimiento Ecologista de Venezuela cobra más fuerza para una posible reforma de ley. Sin la pretensión de obviar la respectiva condena. Según Alejandro Aguilera, secretario nacional de este partido y diputado de la Asamblea Nacional (AN), se trata de un debate en el marco jurídico y sin violar los tratados internacionales. Es una alternativa con soporte en la asistencia psicológica y la capacidad de respuesta del Estado para invertir los recursos.
Se refiere a las agresiones pasivas que afectan a la colectividad, pasando desapercibidas pero violentando la calma o seguridad que debería garantizar el hogar, como un templo de la familia. «Fallan las políticas de prevención y eso atenta contra la población, más aún entre las limitaciones de la pobreza». Le causa dolor los trastorno emocionales que terminan marcando el desarrollo emocional del niñ;o, sin la garantía de protección bajo su propio techo.
José Ramón Quero, de Convite, recalca que los padres o representantes de los menores deben entender que cualquiera no puede ser un cuidador. Comprende las necesidades de salir a trabajar para cubrir el sustento y demás necesidades básicas, pero no se detienen en pensar en la integridad de los menores, independientemente de la supuesta confianza que se deposita en un adulto.
Recuerda que todo cuidador debe estar preparado, más allá de la voluntad y disposición de tiempo. Lo más importante es velar por la seguridad del hijo y entender sus inquietudes. Un niñ;o menor de cinco añ;os deja claro su rechazo en sus reacciones y esos cambios deben ser considerados por sus padres.
Ambos, Bustamante y Quero, coinciden en la necesidad de una sociedad provista de valores y sensibilidad, hacia el respeto a niñ;os y adolescentes, así como el acompañ;amiento a su estabilidad emocional. Un hijo puede expresar, incluso desde el miedo un caso de abuso, solo es cuestión de fijarse en ellos.
Salud mental y vida en juego
Abusar de un niñ;o es atentar contra sus sueñ;os y salud mental. Así lo recalca el psicólogo Jorge Jaime e insiste en que en los menores se deben reconocer las alertas del maltrato y evitar caer en abuso por amenazas o manipulación.
Desde los tres añ;os se debe empezar a enseñ;ar al niñ;o y siempre interesarse en como se siente. Advierte que si la violencia es normal en la familia, pues se callara el sufrimiento y llegará a sentir depresión, ansiedad, trastornos de sueñ;o, autoflagelación, consumo de bebidas y hasta el suicidio.
Explica lo relativo de cada caso, pero un adolescente ultrajado puede sufrir trastornos en su sexualidad, porque los familiares sólo se quedan en la denuncia y sin el apoyo para su recuperación emocional con profesionales.
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