viernes, 22 noviembre 2024
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Migran por tierra en busca de un futuro

Redacción | La Prensa.- Una dolorosa despedi­da. La señal de la bendi­ción en la frente, un fuer­te abrazo y lágrimas co­rriendo por la mejilla son las muestras de afecto que se ven en el Termi­nal de pasajeros de Bar­quisimeto cuando un ve­nezolano está a punto de irse del país.

Cuando llega la hora de partir la tristeza invade a quienes intentaron man­tener una actitud serena en medio de la difícil de­cisión de abandonar a su mamá, papá, hermanos, primos, hijos y pareja. “¡Dios te bendiga, cuida­te mucho!”, son algunas de las expresiones que se escuchan entre los ande­nes del terminal.

Erika Caballero, estaba rodeada de un grupo de familiares mientras espe­raba abordar una unidad que la llevaría a San Cris­tóbal, estado Táchira.

Contó que viajaría hasta Chile con su novio por­que aunque estudiaba administración de recur­sos humanos no veía oportunidades para tener una buena calidad de vi­da.

Lamentó que la situa­ción económica de Vene­zuela no les permita comprar una comida, ca­sa o carro porque a su jui­cio todo se lo está consu­miendo la inflación. “No encontramos qué co­mer”, expresó la joven.

En otra cola esperaba Argledys Echezuría una unidad de dos pisos que la llevaría hasta San An­tonio. Manifestaba que su viaje lo haría hasta Pe­rú porque allá hay más oportunidades para tra­bajar como profesional y ella es docente, aunque admitió que está dis­puesta a realizar cual­quier trabajo hasta que consiga algo mejor. “Es­toy asustada por tener que irme, espero que sea para bien”, expresó con voz entrecortada.

Ella estaba a un lado de su mamá y papá, habían viajado desde Charallave, al frente también hacían la cola otros familiares que hasta con un bebé en brazos llegaron desde Yaracuy porque habían decidido emigrar.

Su mamá se sumó a la conversación para decir que en dos meses espera viajar junto a su esposo para reencontrarse con su hija. Detalló que ya co­menzó a poner en orden sus documentos para sa­lir con todo legal.

A Leomar León lo moti­vó a emigrar su hijo. “Te­nemos que buscar el me­jor futuro”, dijo mientras caminaba para guardar sus maletas en el bus. Recordó que se desem­peñaba como empleado de un banco pero que ni así lograba obtener los ingresos suficientes para cubrir todos sus gastos. Destacó que sólo en el pasaje gastaba 20 mil bo­lívares diarios.

El desfile de familias que pasan por el termi­nal es a diario. María Ló­pez, su esposo y siete ni­ñas son el ejemplo de que la gente hasta vende sus casas y otras perte­nencias porque están de­sesperados al sentirse as­fixiados por la crisis eco­nómica.

Los niños que se que­dan son los que más pa­decen cuando ven partir a sus padres sin saber cuando podrán volverlos a ver o a jugar con ellos. Es una triste despedida que se expande con el pa­sar de los días.

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