Redacción | La Prensa.- Una dolorosa despedida. La señal de la bendición en la frente, un fuerte abrazo y lágrimas corriendo por la mejilla son las muestras de afecto que se ven en el Terminal de pasajeros de Barquisimeto cuando un venezolano está a punto de irse del país.
Cuando llega la hora de partir la tristeza invade a quienes intentaron mantener una actitud serena en medio de la difícil decisión de abandonar a su mamá, papá, hermanos, primos, hijos y pareja. “¡Dios te bendiga, cuidate mucho!”, son algunas de las expresiones que se escuchan entre los andenes del terminal.
Erika Caballero, estaba rodeada de un grupo de familiares mientras esperaba abordar una unidad que la llevaría a San Cristóbal, estado Táchira.
Contó que viajaría hasta Chile con su novio porque aunque estudiaba administración de recursos humanos no veía oportunidades para tener una buena calidad de vida.
Lamentó que la situación económica de Venezuela no les permita comprar una comida, casa o carro porque a su juicio todo se lo está consumiendo la inflación. “No encontramos qué comer”, expresó la joven.
En otra cola esperaba Argledys Echezuría una unidad de dos pisos que la llevaría hasta San Antonio. Manifestaba que su viaje lo haría hasta Perú porque allá hay más oportunidades para trabajar como profesional y ella es docente, aunque admitió que está dispuesta a realizar cualquier trabajo hasta que consiga algo mejor. “Estoy asustada por tener que irme, espero que sea para bien”, expresó con voz entrecortada.
Ella estaba a un lado de su mamá y papá, habían viajado desde Charallave, al frente también hacían la cola otros familiares que hasta con un bebé en brazos llegaron desde Yaracuy porque habían decidido emigrar.
Su mamá se sumó a la conversación para decir que en dos meses espera viajar junto a su esposo para reencontrarse con su hija. Detalló que ya comenzó a poner en orden sus documentos para salir con todo legal.
A Leomar León lo motivó a emigrar su hijo. “Tenemos que buscar el mejor futuro”, dijo mientras caminaba para guardar sus maletas en el bus. Recordó que se desempeñaba como empleado de un banco pero que ni así lograba obtener los ingresos suficientes para cubrir todos sus gastos. Destacó que sólo en el pasaje gastaba 20 mil bolívares diarios.
El desfile de familias que pasan por el terminal es a diario. María López, su esposo y siete niñas son el ejemplo de que la gente hasta vende sus casas y otras pertenencias porque están desesperados al sentirse asfixiados por la crisis económica.
Los niños que se quedan son los que más padecen cuando ven partir a sus padres sin saber cuando podrán volverlos a ver o a jugar con ellos. Es una triste despedida que se expande con el pasar de los días.