Roselis de Leca | LA PRENSA.- La inflación se come las posibilidades de reponer mercancía; la escasez de efectivo les bajó drásticamente las ventas y aunque intenten, a los vendedores se les hace imposible mantener de pie sus tarantines en los “mercaítos” de Barquisimeto y Cabudare.
De cientos de puestos que llenaban las calles de “mercaítos” como Obelisco, San Juan, Cabudare y Tarabana, sólo queda la sombra, pues ahora se contabilizan menos de cien.
“No se vende nada, todo está muy caro, a veces venimos a sólo perder el tiempo, por eso muchos no volvieron”, cuenta Gregorio Hurtado, quien agrega que tenía tres puestos de ropa en el mercadito de Cabudare, pero ahora solo monta uno, pues los altos precios de las camisas y pantalones no son atractivos para la clientela.
Las franelas pasan de Bs. 700 mil, los jeans del millón y no son originales, así quien va a comprar” dice desesperado el hombre que no había vendido ni un bolívar tras 5 horas de trabajo.
Los “mercaitos” de Tarabana y Cabudare estaban llenos de tarantines hasta las avenidas principales y se veían comerciantes de otros países como Haití y Trinidad y Tobago ofreciendo lencería y ropa doméstica, pero ya no es así. En el San Juan no era diferente, pues desde la carrera 13 hasta la 19 habían puestos de venta y ahora apenas hay locales hasta la 17.
Ante la dramática situación, comerciantes que aun sobreviven, han modificado el rubro con el cual comenzaron, “yo tenía un puesto de trajes de baño, pero no vendía nada, entonces comencé a vender cremas y cosméticos para sobrevivir” narra Esthefany Martínez, al tiempo que intentaba llenar los espacios vacíos de su tarantín con polvos compactos.
Los trabajadores informales indicaron lo difícil que se les hace reponer mercancía, por lo que, comprar menor cantidad de lo que tenga mayor salida; “antes tenía variedad, ahora sólo repongo los hilos de coser zapato, pega loca y cierres de ropa” puntualizó Cristian Durán. Añade que cada semana debe ajustar los precios, para reinvertir y no quedar descapitalizado.
Quienes se mantienen y a duras penas son los que ofrecen alimentos y verduras. Los encargados de vender estos rubros explican que han tenido que alquilar puntos de venta o aceptar transferencias y sin embargo, las ganancias no son como en años anteriores.