viernes, 22 noviembre 2024
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Mascotas pasan trabajo por comida

Rojas/Sequera | LA PRENSA.- Parado frente a una tienda veterinaria está Édgar Zambrano. En su mano izquierda sostiene su teléfono celular y en la derecha una bolsa de dos kilos de perrarina. “Aquí está en 55 mil. ¿me lo lle­vo?, pregunta el joven.

Como tratando de con­vencer a la persona que está del otro lado del telé­fono el muchacho argu­menta que el costo de la perrarina no está tan alto comparado con otros ne­gocios. La conversación se extiende durante unos dos minutos hasta que el muchacho se da por ven­cido y deja la perrarina en el anaquel donde esta­ba.

“Gracias”, dice al vende­dor apenado mientras sa­le. “Es impresionante pe­ro una bolsa de perrarina vale más que un pollo”, dice el muchacho antes de salir del comercio y es que, desde hace un par de meses, la comida para mascotas ha experimen­tado un aumento que de­ja contra las cuerdas a los dueños de animales.

El equipo de La Prensa, hizo un recorrido por va­rios establecimientos co­merciales y pudo consta­tar que el kilo de perrari­na a granel varía entre 50 mil y 80 mil bolos, mien­tras que el saco de 18 ki­los de la marca Dogour­met se ve en la calle en 1 millón 135 mil “bolivi­tas”.

En el caso de la gatari­na, los comerciantes de productos de animales han dejado de comprarla porque cuesta venderla, aún así en la calle se con­sigue el kilo de la marca Gaxy en 95 mil bolívares.

Por estos altos precios guaros narran historias que para algunos pare­cen mentiras. Si bien ella no tiene perros, la señora Suhair Silva cuenta la tragedia que está vivien­do una cuñada suya, que tiene alojados en su casa más de siete animales, entre gatos y perros.

“Recientemente me contó que estaba vuelta un ocho porque no sabía cómo alimentar a todo ese zoológico que tiene en su casa; no sabe qué hacer”, menciona.

La mujer agrega que su cuñada ha tenido que ha­cer maromas para ali­mentar a sus mascotas. “Les da las sobras de las comidas o les compra arroz picado y les coloca un poquito de papa”, pre­cisa.

Con ella coincidió Juan Quevedo, quien tiene una gata en su casa y cuando no le consigue gatarina, apela por darle perrarina. “Si no consigo o está muy cara, se la doy, no hay de otra”, co­rrobora.

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