Osman Rojas | LA PRENSA de Lara.- Cada vez hay menos máquinas en las unidades de diálisis del estado. El poco mantenimiento que le hacen a los equipos especializados en la región y la nula importación de aparatos acaba con la única esperanza que tienen los enfermos renales, que ven con tristeza cómo sus «riñones artificiales» son arrumados en un cuarto.
Según los datos aportados por la Fundación Amigos del Paciente Renal, en el estado Lara hay 52 máquinas paradas sin contar las del Antonio María Pineda y las del Seguros Social. «La verdad es que cada vez hay menos espacios para dializarnos y eso es algo que nos mantiene preocupados», dice Daniel Colmenárez, presidente de la fundación.
El activista explica que en la Unidad de Diálisis El Ángel es donde más aparatos hay arrumados, pues allí son 16 las máquinas que no trabajan. La Unidad de Diálisis Barquisimeto tiene 12 equipos parados, mientras que en La Pastora hay otros 10. En el centro médico Lara y en la Unidad de Diálisis La Razetti hay 8 y 6 máquinas arrumadas, respectivamente.
«No puede ser que en tanto tiempo las administraciones de cada una de las unidades de diálisis no haya tomado las previsiones para evitar que estas cosas pasen. Ahora tenemos 52 equipos paralizados que dejan de atender a unos 312 pacientes en la región», suelta Colmenárez.
Lo que más preocupa a los enfermos es que la paralización de estas máquinas representa una sobrecarga para el resto de equipos, pues estos enfermos se sientan en otros aparatos para poder cumplir con sus tratamientos.
«Llegará el momento en el que no vamos a tener máquinas operativas y eso es algo que debe llamar la atención de las personas que están administrando las unidades de diálisis. Ya nos estamos dializando mal porque solo recibimos dos horas de tratamiento, pero si esto sigue la paralización va a ser total. Eso es algo alarmante», dice Colmenárez.
Lo que más indigna al activista es la improvisación de las autoridades gubernamentales, pues no hay un plan de contingencia para evitar el congestionamiento en las unidades de diálisis.
«Cuando el apagón, quedó demostrado que no hay un plan b. Cada vez que una unidad se queda sin agua o sin insumos los pacientes no se dializan porque no hay para dónde mandarlos. Todo esto complica y descompensa a los enfermos que viven estresados porque saben que si su máquina se para no tendrán a dónde ir», concluye Colmenárez.