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Madres de reos viajan km para llevarles comida a sus hijos

Los traslados a otros estados son un golpe emocional y financiero para ellas. Los traslados a otros estados son un golpe emocional y financiero para ellas. Redacción | LA PRENSA DE LARA. – Beatriz, madre de un recluso del Centro Penitenciario David Viloria, antigua cárcel de «Uribana», debe recorrer casi 200 km para ver a su hijo y llevarle alimentos, quisiera hacerlo dos veces por mes, pero su situación económica sólo le permite viajar una vez.

Sale a las 5:00 de la mañ;ana desde Guanare, estado Portuguesa, y en dos horas, luego de 169 kilómetros de recorrido logra llegar hasta Barquisimeto, una vez que está en el terminal de pasajeros se va hasta la parada de las rutas que van hacia Las Casitas, al norte de la ciudad, para poder dirigirse hasta el penal, en donde se encuentra su hijo desde hace cinco añ;os.

La señ;ora Beatriz quisiera visitar más seguido a su hijo, pero sólo cuenta con la pensión y los bonos que llegan a través de la plataforma de Patria, destacó que sólo en pasajes gasta 20 dólares.

«Lo que hago es guardar la comida que me llega de las bolsas del CLAP y cuando me cae el bono compro un cuarto kilo de pollo para preparárselo cuando lo visite, es el único día que mi hijo puede comer bien, porque tanto en Fénix como en Uribana la comida es pésima», comentó la señ;ora Beatriz.

Al gasto de alimentos, los familiares se enfrentan al pago de pasajes y también de productos para la higiene personal. Pueden llegar a pagar alrededor entre 60 y 100 bolívares.

Para las madres de reclusos, los traslados a otros estados son un golpe emocional y financiero para ellas.

Pero la historia de Beatriz no es la única, los penales y los Centros de Detención Preventivo (CDP) tienen una larga lista de casos de esas madres que han tenido que viajar kilómetros para poder ver a sus hijos, como el caso de los familiares que viajaban desde Barquisimeto hasta la cárcel de El Dorado, ubicada en el estado Bolívar.

«Gastan más de 400 dólares, en el camino pasan mucho trabajo y eso es una visita que no todas las mujeres pueden hacer porque es muy lejos. Por eso pedimos que los privados de libertad, oriundos del estado Lara, sean trasladados nuevamente a su penal de origen», comentó Nayibeth López, directora de la Fundación Las Mercedes que apoya a familiares de reclusos.

Cada 15 días se observa cómo en la avenida del Internado Judicial, grupos de mujeres, con franelas blancas y pantalón jean, la recorren, algunas van caminando y otras en moto, pero todas llevan una bolsa, dentro de ella va la comida preparada.

El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) ha denunciado que en Venezuela los presos son recluidos sin considerar la cercanía de su núcleo familiar, e incluso lejos de los tribunales que llevan sus causas.

A esta difícil tarea se une que quienes pueden visitar a los presos deben ser familiares directos, madres y esposas, pero en su mayoría son las madres que se encargan de «guerrearles la pena».

El OVP en su informe del primer trimestre de 2024, sostuvo que en Venezuela se construyeron 52 recintos penitenciarios, incluyendo una cárcel para mujeres y 16 anexos femeninos, con una capacidad instalada de 26.238 plazas; pero actualmente 8 establecimientos se encuentran cerrados.

Según datos recabados por la ONG, para el primer trimestre del añ;o 2024 son al menos 30 mil personas privadas de libertad que sobreviven a un hacinamiento de 184,84%, lo cual se considera en riesgo crítico conforme a los estándares internacionales.

Un recorrido a diario

Quienes tienen a sus hijos o familiares en calabozos policiales deben hacer un viaje diario, algunas de las mujeres deben atravesar desde el oeste de Barquisimeto hasta el centro para llegar a un comando.

Una señ;ora, que pidió no revelar su nombre, contó que hace un añ;o se tuvo que mudar a Barquisimeto para poder estar más cerca de su hijo que cayó preso por el presunto delito de droga.

«Mi casa está en Cojedes, pero no pude soportar que mi hijo estaba solo aquí sin que nadie le trajera comida y por eso decidí mudarme, vivo en una casa con mi hija, su esposo e hijos, a veces no tengo ni para yo comer», comentó la señ;ora.

Sale desde temprano del barrio Bolívar hasta la comisaría de Pata ‘e Palo y poder llevarle la comida a tiempo, que sólo se recibe una vez al día, por eso le entregan a la vez el desayuno, almuerzo y cena.

El amor de madre no conoce de límites, algunas viajaban kilómetros, otras se quitan el «bocado de la boca» para llevarles de comer a sus hijos.

«Mis vecinos me ayudan a conseguir plata para poder visitar a mi hijo. A veces no tengo ni para el pasaje, pero como puedo logro conseguir efectivo», comentó Wilmary Mendoza, madre de un recluso en el Cicpc de la Delegación Barquisimeto.

 

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Redacción La Prensa de Lara

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