José D. Sequera | La Prensa.- Waleska tiene 20 años, es una morena alta y con voz aún de niña. Viajó desde San Felipe hace cuatro meses para trabajar en un bar del centro de Barquisimeto donde ofrece servicios sexuales. Dice que desde que llegó, muchas “colegas” se han pirado del lugar para buscar “nuevos horizontes”. Ella espera hacer lo mismo muy pronto.
“Llegué aquí por una amiga que se fue a Ecuador para trabajar en lo mismo. Pero yo no quiero quedarme aquí. Estoy gestionando el pasaporte con un gestor para irme a Panamá, que allá está mi madrina”, comenta la joven esperanzada.
El drama que existe en Venezuela por la crisis económica ha llevado que no sólo emigren profesionales con título universitario bajo el brazo, sino que ahora las mujeres que laboran en el “trabajo más antiguo del mundo” agarran sus maletas cargada de sueños para buscar mejorar sus ingresos.
De acuerdo a Waleska, en lo que va de año se han ido unas 40 muchachas a seguir en “lo mismo” pero en Colombia o Ecuador. Incluso reveló que ella llegó al bar suplantando a una amiga que se fue al país ubicado en la mitad del mundo para seguir ofreciendo sus servicios.
Otros destinos que son “paraísos” para las trabajadoras sexuales venezolanas son las islas del Caribe, como República Dominicana, Anguila y Granada, así como México y España. En el caso del país azteca la mayoría va con ofertas de modelaje.
Este testimonio es respaldado por las cifras ofrecidas por autoridades extranjeras. El exedil Carlos Amaranto del Concejo de Cartagena en el corregimiento de Bayunca (Colombia), aseguró el 22 de julio del año pasado que había más de 100 venezolanos ejerciendo la prostitución en esa población, lo que causaba “graves problemas” en la juventud.
También el Concejo de Bogotá reveló en diciembre pasado que el 10 por ciento de las servidoras sexuales que trabajaban en el barrio Santa Fe de la capital colombiana eran venezolanas.
Según Deisy Olarte, coordinadora del Centro de Atención Integral a la Diversidad sexual y de Género, las venezolanas cobraban muy por debajo del monto de las colombianas -que iba entre 50 mil y 60 mil pesos- generando riñas entre ambos bandos.
Actualmente en Venezuela una trabajadora sexual que ofrezca un servicio básico (sólo penetración) por 25 minutos en un local nocturno cobra a partir 1 millón 500 mil bolívares, de los que apenas el 30 por ciento es de ella: el resto es del encargado del local.
La cifra del servicio puede aumentar hasta 3 millones de bolívares si este viene más “resuelto”; es decir sexo oral, sexo anal y distintas posiciones y juegos sexuales. “Las que llevan más tiempo en el negocio cobran más porque están dispuestas a ofrecer cosas que otras no”, precisa Waleska en voz baja.
En un día muy bueno, una trabajadora sexual puede recibir hasta tres clientes, como hay otros que no logran nada. Todo dependerá del día y fecha.
Aunque estas cifras representan entre 21 y 10 salarios mínimos en apenas una semana, ellas dicen que sigue sin ser suficiente. “Yo cobro todos los lunes entre 8 y 10 millones de bolívares, y ese dinero lo tengo que repartir para mis gastos personales y lo que le envío a mi mamá”, asevera otra trabajadora sexual llamada Deborah.
Ella confiesa que en ese oficio “se gana bastante dinero” pero que la inflación también les pega a sus bolsillos por los gastos que tienen en su arreglo personal. “Está la peluquería, maquillaje y nuestros accesorios, y en eso mínimo es dos millones de bolívares”, apunta.
“No me veo trabajando en una oficina porque si ganando mucho más que un licenciado a veces paso trabajo, no me quiero ni imaginar cómo sería mi situación y la de mi familia”, destaca Débora quien al igual que Waleska tiene planes de irse pero al vecino país.
Al día con Sanidad
Trabajadoras sexuales aseguran que las tienen a monte para que asistan a Sanidad semanalmente. “Nunca podemos faltar a una visita porque tenemos que estar renovando el certificado médico cada siete días”, dice Deborah.