Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- Con una mano adelante y otra atrás, y como si hubiesen salido de una película de terror. Así llegaron tres larenses a Estados Unidos luego de transitar 3.712 kilómetros desde Necoclí en Colombia hasta Estados Unidos, atravesando la inhóspita selva del Darién en Panamá.
María González, de 39 añ;os, partió de Venezuela en 2017 con su hijo no sólo huyendo de la crisis económica y política del país, lo hizo para salvar su vida porque era víctima de violencia doméstica. Estuvo cinco añ;os en Colombia, vivió en Chía y Bogotá. En febrero de este añ;o, tras ser agredida nuevamente por su expareja que la persiguió hasta el vecino país, tomó la decisión de arriesgarse y atravesar el Tapón del Darién. Su propósito era lograr el tan anhelado sueñ;o americano. Poder brindarle seguridad a su hijo que hoy tiene 15 añ;os y un mejor futuro. Pero nunca pensó a qué costo.
«Comencé a investigar contactos de coyotes en febrero, personas que guían por la selva. Revisaba las redes sociales y aunque los videos de personas desesperadas denunciando las penurias al transitar por el Darién me asustaban, yo igual me arriesgué a intentarlo», expresó. Averiguó la ruta, vendió sus pertenencias y le pidió un préstamo a un amigo colombiano que iba también a cruzar por la Frontera Sur de Estados Unidos, y que la estaba esperando en México. Tres amigos más del trabajo la acompañ;aron. Un 16 de junio emprendió el viaje. Tomó un vuelo de Bogotá al municipio Montería y de allí un carro hasta Necoclí, zona costera colombiana.
Al llegar estaba informada que la travesía por la selva podía ser más corta si pagaba una embarcación desde Necoclí hasta la aldea Carreto, en Panamá. El valor del pasaje eran 350 dólares por persona. Ella desembolsilló 700 dólares pagando dos boletos. «Allí en ese punto los coyotes te venden el viaje diciéndote que pasas la selva en dos días, pero es mentira. Mí paso por el Darién se convirtió en tres días y medio de tortura«, dijo.
Llevó dos bolsos, uno de comida y otro de ropa que apenas se internó en el Darién esas pertenencias las tuvo que largar en el camino porque no soportaba su peso, ya que se mojaron atravesando ríos. Aseguró que en la selva no se caminan las 24 horas continuas. Las caminatas comienzan a las seis de la mañ;ana hasta las seis de la tarde.
Cuando empieza a anochecer, los coyotes que son indígenas llevan a los migrantes a puntos donde hay carpas y pueden descansar. María y su hijo viajaron con 120 personas de diferentes nacionalidades. Habían haitianos, colombianos, hindúes y asiáticos. Pero el grueso eran venezolanos.
Alexander Campos, director del Centro de Investigaciones Populares y experto en migración, informó que en la selva del Darién ingresan diariamente 1.200 migrantes, unos 800 son venezolanos. Es la población más vulnerable. Viajan con niñ;os en estado de desnutrición, algunas mujeres están embarazadas y la mayoría no tiene las condiciones físicas para soportar las condiciones infrahumanas del Darién, que algunos llaman el «portal de la muerte».
«En el recorrido se escalan 12 lomas que uno sube a gatas porque no tienes de dónde agarrarte, sino de las raíces de los árboles o de las piedras para no resbalarse y caer. Lo que se pisa es ba