Osman Rojas | LA PRENSA.- «No hay» es la frase de moda en Venezuela. Farmacias, supermercados, tienda de ropas y hasta las estaciones de servicio han popularizado la negativa que, según cuentan los expertos, desnuda la realidad social que atraviesa el país.
María Salazar, ama de casa residenciada en Sabana Grande, ha sufrido en carne propia los embates de esta crisis social. Según su testimonio ella debe pasar, todos los días, unas tres horas en la parada de Transbarca para poder llegar a su casa. “Para el norte no hay rutas después de las 7:00 de la noche”, dice.
Eso no es lo único que debe soportar la mujer pues se acostumbró a vivir sin el servicio de agua potable porque para el norte la llave es abierta una vez cada 20 días.
“En mi casa todo el mundo está pendiente de cuándo van a abrir el agua. Sabemos que ese día hay que trasnochar porque tenemos que tratar de llenar la mayor cantidad de potes vacíos”, suelta con pasmosa naturalidad.
Aunque para muchos resulte sorprendente la tranquilidad con la que Salazar acepta la escasez los especialistas explican que este patrón de conducta obedece a la distorsión social en la que vive el venezolano. Luis Ángel Saldivia, sociólogo y ex profesor universitario de la Unexpo, asegura que las personas se han acostumbrado al “no hay” situación que puede ser peligrosa para una civilización que se encuentra en pleno crecimiento.
“De alguna manera nuestra sociedad estacó sus planes de crecimiento. Basta con ir a una farmacia o pasar por una cola de autobús. La gente acepta que debe esperar 2 horas un bus o que no va a encontrar los remedios y eso no es normal”.
Las personas están tan acostumbradas al no hay que a los supermercados los usuarios no van en busca de productos como arroz, harina o aceite.
“Las grandes cadenas quedaron para vender pan. La gente sabe que si quiere harina tiene que hacer la cola con un chino o comprar bachaqueado”, concluye Saldivia.