La alegría de los carnavales siempre estuvo en las calles silentes de Barquisimeto y El Tocuyo, entre las ciudades representativas en Venezuela por el sello genuino de estas fiestas, caracterizados por la organización y creatividad, materializados entre el anonimato de los disfraces, coloridos desfiles con imponentes carrozas, coreografías de llamativas comparsas, hermosas reinas y recorrido con lluvia de papelillos y caramelos. Entusiasmo vivido desde finales del siglo XIX, actualmente los morandinos celebran el relanzamiento a 50 años de sus memorables fiestas carnestolendas, uniendo comunidades, municipalidad y al comercio en celebraciones grandiosas.
Cronistas y algunos organizadores de esos carnavales recuerdan el júbilo que representó febrero y tuvo su máximo esplendor entre las décadas de 1980 y 1990, tomando como referencia aquellos majestuosos festines de países suramericanos, principalmente Brasil y Colombia. Disfrutar sanamente y desde el último trimestre del año anterior, empezar a darle forma a las ideas de innovación entre disfraces o trajes, así como las iniciativas de vecinos con creaciones artesanales.
A partir de los años 70 incorporan el juego con agua en comunidades, generando ciertas incomodidades, desde el año 2000 empezó a decaer, incluso con intermitencias que dejaban a una población entre nostalgia de las vibrantes escuelas de samba con esculturales bailarinas, retumbantes bandas show y demás atractivos que culminaban con la octavita de carnaval, el fin de semana siguiente. Las carrozas son escasas y la mayoría ha sido sustituida por algunos camiones decorados, intentando cautivar con las comparsas.
Desde 1880 ya se tenían reseñas que empezaba esa inquietud festiva de los carnavales motivando las movilizaciones más discretas en Barquisimeto, recuerda el cronista Carlos Guerra. Menciona que la creatividad empezó con personas disfrazadas en el tranvía a caballo que atravesó el centro de la ciudad, desde el actual casco histórico por la plaza Bolívar (actual plaza Lara) con un ramal principal por la calle Catedral (calle 23) y subía por la calle del Comercio (avenida 20). Luego cruzaba hacia la avenida 5 de Julio (calle 30) hasta la estación del ferrocarril (hoy Comandancia General de la Policía de Lara). Destaca entre sus primeros organizadores al doctor Antonio María Pineda.
Carnavales estremecían la ciudad
La fiesta carnestolenda toma fuerza entre las décadas de 1920 y 1930, siendo una ciudad que dejó el tradicional tranvía a caballo y ya contaba con tránsito automotor. Los vehículos formaban parte del desarrollo urbano en Barquisimeto y se percibía mayor sentido de pertenencia con la formalidad del comité organizador de los carnavales, encabezado por la sociedad civil.
Siempre imperó el orden, la disciplina para no perder el respeto de ese entusiasmo de adultos que jugaban a ser niños, ansiosos por los desfiles y las fiestas hasta el amanecer del día siguiente. Guerra precisa que la gente se disfrazaba y los vehículos antiguos llevaban sus anuncios visibles que los confirmaba con letreros en letras mayúsculas en el parabrisas como «autorizados» para la caravana de los carnavales.
Aquellos que no se disfrazaban lucían de fiesta para esperar a que pasara el desfile. Cuenta Guerra de aquellas nutridas concentraciones en la plaza Bolívar o hacia la casa parroquial de la iglesia Inmaculada Concepción. Muestra algunas fotografías de esa época, apreciándose —hacia el fondo— el antiguo mercado municipal, actual Edificio Nacional como Palacio de Justicia del estado Lara.
Lunes y martes eran días de fiestas centrales de los carnavales. Las reinas iban con sus comparsas y hasta la década de los años 50 con las grandes celebraciones en clubes como Centro Social, Comercio, Ayari y el más selectivo Country Club. Para 1970 incluyen el juego con agua, mojándose, pero al poco tiempo llegaron las quejas, al tornarse agresivo con agua congelada, huevos y demás sustancias.
Entre 1980 y 1990, la ciudad se estremecía con las guerras de las bandas show Lisandro Alvarado, Eliodoro Pineda, Mario Briceño Iragorri, La Salle, entre otras, sin faltar las escuelas de samba. Fueron varios escenarios, la emoción vibraba en la avenida 20, Venezuela, Libertador y últimamente en la Florencio Jiménez, al oeste de la ciudad.
A 50 años de los carnavales de El Tocuyo
Esta edición es de relanzamiento para la Ciudad Madre. Rolando Graterol, cronista de Morán, dice que evoca las raíces desde las comunidades como Los Hornos en 1975. La unión de los vecinos que se las ingeniaban para competir en la originalidad de sus carrozas, un trabajo en conjunto y con obras impresionantes que superaban los tres metros de altura, tal como una emblemática de un personaje de El Pozón que se reinventaron con la carrocería. Las casas comerciales se lucían con sus representaciones.
Los gloriosos años 80 fueron deslumbrantes con desfiles de hasta 20 imponentes carrozas y superaban la decena de comparsas en los carnavales. Colores a granel y esa vistosidad que recibían más de 500 mil visitantes, incluso siendo la época para reencontrarse en El Tocuyo, como si se tratara de Navidad. Así colmaban las avenidas Lisandro Alvarado y Fraternidad, siendo los escenarios desde la elección de la reina, desfiles centrales y la octavita, con la fiesta de cierre en el próximo fin de semana con la premiación de carrozas.
Explica que la bicicleta suicida fue una de las creaciones inéditas de los tocuyanos en los carnavales, las cuales son intervenidas con el asiento en alto, llegando a medir entre dos a cinco metros de altura. De allí, el sorprendente equilibrio de hombres que las conducen con tranquilidad.
El pueblo salía a la calle, con visitantes que admiraban al segundo carnaval más deslumbrante, luego de Carúpano. La alegría siempre estaba a flor de piel con el inicio de la samba, las bandas show invitadas junto a las morandinas, tales como Eduardo Blanco, Fernando Garmendia y Roberto Montesinos. Luego le tocaba el turno a las carrozas, seguían las comparsas y cerrando las bicicletas suicidas de los sectores El Jebito, Los Horcones, El Pozón, La Lagunita, entre otros.
«El Tocuyo es reconocido como la gran escuela carnestolenda, muy codiciado por orquestas, bandas y academias», dice el profesor José Danese, directivo de la Banda Show Roberto Montesinos, que fue admitida como Patrimonio Cultural Inmaterial Municipal. Se sorprendía porque no tenían capacidad hotelera y de posadas, por lo que algunas familias alquilaban habitaciones a los turistas conocidos.
Tales expresiones genuinas siempre mostraron a un pueblo alegre, creativo y hospitalario en fiestas de los carnavales.
