viernes, 22 noviembre 2024
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La Misión Nuestra Señora del Carmen: un monasterio construido en medio de ruinas

Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- La intensidad del bosque que rodea el Parque de la Exótica Flora Tropical, ubicado en San Felipe, estado Yaracuy, saca suspiros a sus visitantes que acuden para admirar la naturaleza y dejarse maravillar por el misticismo del lugar.& ;& ;

La gama de tonos rojos, naranjas, amarillos o fucsias de sus flores cautivan a cualquiera, pero no le roban el protagonismo a la imponente Misión Nuestra Señora del Carmen. Una estructura única en Venezuela que recrea un monasterio de frailes capuchinos de los primeros años de la colonia, erigido sobre el hallazgo de ruinas que datan del año 1720.& ;

Recorrer sus amplios y sobrios pasillos por donde se entrelazan árboles; contemplar su abierto patio con una fuente artificial en la que se asoman peces de colores o visitar su iglesia donde se escucha el murmullo de cantos gregorianos que llevan a una travesía sacra en un ambiente en el que se respira paz y en donde el tiempo se detiene. Esa fue la impresión que quiso causar la arquitecta, Claudia Rodríguez, a todo aquel que tiene la dicha de conocer esta majestuosa obra.

Sus ojos se llenan de brillo al contar cómo reconstruyó la historia de la Misión Nuestra Señora del Carmen, uno de sus trabajos más importantes como especialista en restauración y estudiosa de la arquitectura colonial en Venezuela con más de 30 años de experiencia. Fue en 1990, cuando el empresario Esteban Von Fedak la contactó para el proyecto.& ;

& ;La idea inicial era construir en Yaracuy un parque botánico de flora exótica, tal como lo había visto durante un viaje que hizo a la isla francesa Martinica, en las Antillas del Caribe. Él había quedado maravillado con el Jardín Balata, propiedad del paisajista francés, Jean Phillipe Thoze, y le había propuesto viajar a Venezuela y hacer una réplica con las bondades de esta tierra abundante y fértil.& ;& ;

«Cuando Jean Phillipe vino al país y comenzó a dirigir el movimiento de tierra para hacer el parque y sembrar las plantas más llamativas traídas de los cinco continentes, aparecen unos restos de pisos antiquísimos en la vegetación debajo de los árboles. Eso llama la atención del señor Von Fedak, quien contactó a la periodista e historiadora, Lisbella Páez, para saber qué estuvo asentado en esos terrenos en el pasado por donde pasa la quebrada Maraña, porque el tiempo se había encargado de ocultar la historia edificada», contó Rodríguez.& ;

Al determinarse que lo que allí había era una misión de monjes capuchinos, comenzó el trabajo de la arquitecta. Su tarea era recrear ese monasterio a la par que Jean Phillipe trabajaba en un parque de flores, con una habilidad creativa que sorprendía a todo su equipo.& ;

Manos a la obra, Claudia estudió la tipología de las misiones en toda Hispanoamérica, profundizó en las de la orden Capuchina y fue acuciosa en las investigaciones sobre misiones que fueron construidas en el Centro Occidente de Venezuela 270 años antes. Determinó que la estructura tenía que ser sencilla porque la arquitectura colonial venezolana se caracterizó por ser modesta y discreta.& ;& ;

«En la arquitectura colonial venezolana se refleja el poco poder adquisitivo que tenían los que ocuparon la provincia de Venezuela en el siglo XVIII. Graziano Gasparini, un gran autor de la arquitectura colonial del país la llama austera. A mí esa palabra me parece peyorativa, yo prefiero decir que es una arquitectura mucho más limpia de ornamentos», explicó Rodríguez.

El Diccionario de Historia de Venezuela de Fundación Empresas Polar, señala que al país no llegaron las construcciones al estilo gótico de España. Venezuela en los años de conquista no pudo ofrecer a los europeos la inmensa riqueza que guardaba su naturaleza. «Unas provincias aparentemente poco ricas no podían permitirse el lujo de construir edificios de alto costo a imitación de los grandes virreinatos. La sociedad colonial no ofrecía tampoco un cuadro tan brillante y próspero como el de México y Perú», reseña la enciclopedia.& ;

Y es que en América se habían creado cuatro grandes virreinatos: Nueva España en México; Perú, Río de la Plata que agrupaba a Argentina; Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil y Nueva Granada que unía a Colombia, Ecuador y Panamá. Venezuela era una capitanía general que tenía gobiernos independientes de los virreinatos. Por lo tanto, en este país no abundaron familias adineradas capaces de levantar inmensas ciudades, iglesias o conventos.& ;

Amor a la naturaleza

La Misión Nuestra Señora del Carmen tardó 10 años en construirse. Entre las cosas que aún conserva la arquitecta, Claudia Rodríguez, está una ruma de planos que elaboró con las modificaciones que tuvo que hacer a medida que se iba ampliando el proyecto.& ;& ;

«La visión que teníamos era construir un claustro con un patio alrededor del cual se daban todas las actividades. Tenía que tener pasillos amplios que separaran al patio de los dormitorios que ocupaban los frailes, un comedor y una cocina. Pero lo más importante era la capilla o el oratorio que debía tener una puerta que conectaba con el interior y otra puerta que diera al exterior, para que los indígenas a los que adoctrinaban y que vivían en rancheríos pudieran escuchar la misa», explicó.& ;

La edificación tiene paredes de bloques de adobe, elaborados con la misma arena que se consigue en el lugar que fueron secados al sol por días. El techo es de caña brava y está recubierto de tejas. Tiene puertas y ventanas altas y llamativas. Ese era el esquema que tenían casi todas las misiones en Venezuela y eran construidas por los aborígenes, quienes trabajaban con sus propias manos, sin planos ni instrumentos, las técnicas implementadas eran autóctonas o con las pocas indicaciones que le entendían a los españoles. Cuando Claudia Rodríguez pisó por primera vez los terrenos en donde se iba a levantar aquella obra que evoca al pasado, quedó deslumbrada por la cantidad de vegetación y por los árboles que superan los 12 metros de altura. Su atención se fijó en una ceiba de más de 600 años de antigüedad que tomó como referencia por su majestuosidad y encanto, alrededor de la cual diseñó toda la misión.

«Si algo caracteriza a la arquitectura colonial de Venezuela es que se adaptaba a la topografía y al lugar. Por eso, la forma de la Misión Nuestra Señora del Carmen no es regular, sino que tiene ángulos extraños, ángulos agudos porque se giró en función de los árboles y del drenaje natural del agua», mencionó.

Por los corredores de la misión se entrecruzan árboles que buscan la luz del sol. Rodríguez y el señor Von Fedak quisieron respetar su espacio, su edad y tamaño, por ser amantes de la naturaleza. Fueron muy pocos los árboles que se trasplantaron o talaron. Por eso, cuando los turistas recorren el lugar sienten que están en un bosque, aunque caminen sobre terracota y el sitio esté ambientado con mobiliario y antigüedades del período hispánico.& ;& ;

Es un ecosistema lleno de verdor y animales. Si hay algo que emociona a los visitantes es toparse con los araguatos, los monos más grandes del continente que pueden alcanzar los 70 kilos de peso, viven en manadas y habitan en las copas de los árboles. En la Misión Nuestra Señora del Carmen merodean continuamente y tienen un aullido característico que emiten cuando ven a las personas y se sienten amenazados. La arquitecta recuerda como anécdota que estos monos se la pasaban en la imponente ceiba de la que se inspiró para edificar la misión y le hicieron más de una travesura cuando trabajaban en el proyecto.& ;

«Ellos estaban ahí y cuando veían que yo me acercaba a inspeccionar la obra ¡me odiaban!, me tiraban hasta excremento porque sentían que les estábamos invadiendo su espacio», expresa entre risas, como parte de las vivencias de aquella época. Lamenta que la frondosa ceiba se haya secado con lo implacable del transcurrir de los años y ya no sea el centro de atención del patio principal.& ;

El mantenimiento para la conservación de la misión es extremo porque los materiales utilizados son rudimentarios. El lugar es muy caluroso, tanto que la humedad a veces marca 100%, lo que representa un vapor condensado permanentemente. Para cuidar la estructura del comején, las áreas y habitaciones se mantienen ventiladas, con deshumidificadores y aire acondicionado. Esa condición hace que la arquitecta, Claudia Rodríguez, siga tan conectada con la obra para que se resguarde y con cariño afirma que la cuida como si de un hijo se tratara.& ;

«La Misión Nuestra Señora del Carmen es la única obra de la cual no me he podido desvincular. Periódicamente la visito, reviso y si hay que hacer algún cambio me llaman a mí. Me disfruté tanto ese proyecto y le tomé tanto respeto al señor Esteban Von Fedak y a su familia, que la misión se convirtió en parte de mi vida y esencia como arquitecta», comenta orgullosa esta caraqueña que tiene 35 años viviendo en Barquisimeto, con una expresión de alegría en el rostro que contagia al entrevistarla.& ;

Primera inauguración

La primera inauguración que se hizo de la misión fue en 1996, cuando se presentó al público la capilla de Nuestra Señora del Carmen. Esta iglesia tiene tres puertas, dos laterales que evocan las entradas por donde pasaban las clases bajas de la colonia, y una gran puerta central por donde ingresaban las familias adineradas.& ;

El altar mayor es de color azul intenso y está bañado en oro. Según los guías turísticos es traído de Baviera, una ciudad de Alemania. En el centro resalta un cuadro de la Virgen del Carmen sin el niño Jesús en brazos. Aseguran que es uno de los primeros lienzos que se crearon en el mundo cuando la religión católica comenzó a adoctrinar con imágenes religiosas. Destacan dos escalones construidos con el piso original encontrado con las primeras excavaciones del terreno. La imagen de la Virgen María fue fundamental para la educación y evangelización de América. Particularmente, los ojos piadosos de la Virgen del Carmen y sus manos sosteniendo un escapulario simboliza ese poder divino concedido por Dios para salvar a las almas del purgatorio.

A la derecha del altar hay un cuadro de la Virgen del Carmen, pero de una época más moderna, cargando al niño Jesús y en el extremo izquierdo está un cuadro de San Francisco de Asís, patrono de los animales.& ;& ;

También los turistas pueden encontrar a San Antonio tallado en madera. «¡El santo de los enamorados! Los devotos dicen que si lo ponen de cabeza y se pronuncia tres veces el nombre de la persona amada, esta se va a enamorar de ti. Otros consideran que esas son sólo creencias paganas y representan un insulto», explica Valeria Gil, una cordial jovencita que es guía del Parque Exótica Flora Tropical.& ;

A un lado también se ve la imagen de San José, y a un costado de la entrada de la iglesia un tríptico en madera que representa el nacimiento, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Rodean el lugar cuadros con las estaciones del viacrucis.

En uno de los laterales también hay una pila bautismal. Allí se realizan misas todos los días a las 11:30 am, se hacen bautizos y matrimonios. La música gregoriana que permanentemente está de fondo, el sonido de la brisa de los árboles y hasta la estampa de pavorreales que modelan a cada rato por las áreas externas de la iglesia permiten recargarse de espiritualidad y amor por lo natural.

Es toda una retrospectiva que a finales de los 90 permitía a las personas vivir la experiencia de conocer y hasta dormir en un monasterio, todo dispuesto en unas 20 habitaciones sencillas y pequeñas para hospedar a quienes amaban el turismo religioso. La estadía era tan placentera y única, gustó tanto que cada vez más personas querían quedarse y el proyecto se tuvo que ampliar, creándose al iniciar el milenio el espléndido hotel cinco estrellas que actualmente complementa el parque y sin desvirtuar las intenciones de combinar la serenidad sacra con la libertad de un bosque que florece a placer.

 

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