Los juegos tradicionales fomentan el desarrollo físico, cognitivo y social de los niñ;os.
Anny Giménez | LA PRENSA DE LARA.- Volar papagayos, jugar metras, perinolas, yoyo, trompo o competir en una carrera de sacos va más allá de divertirse es compartir entre amigos al poner en práctica los llamados juegos tradicionales. Especialistas de diversas áreas de educación aseguran que estas son herramientas fundamentales que permiten a los niños, además de socializar, fortalecer su desarrollo cognitivo con lo cual incrementa su capacidad al momento de pensar y razonar.
Francys Carrasco, docente de Educación Inicial de una escuela pública, explica que al saltar la cuerda el niño aprende a coordinar y desarrolla fuerza con sus piernas, mientras que lanzando la pelota o el trompo contribuyen a mejorar la motricidad gruesa, que no es más que la habilidad que desarrolla el pequeño para realizar movimientos generales grandes, tales como hacer círculos con un brazo al rotar el hombro o levantar una pierna. Desde los cuatro meses de edad, los niños comienzan a desarrollar su motricidad, por lo que es necesario que en la medida de su crecimiento se establezcan actividades que ayuden a su desarrollo.
Sin embargo, la especialista en atención de personas con discapacidad, Marlis Coroba, va más allá. Refiere que el juego tradicional de calle no es sólo para compartir es para el desarrollo cognitivo, psicomotriz, psicológico del ser humano y aunque para muchos sea algo difícil de comprender, actividades como jugar perinola le permiten al niño desarrollar el proceso lógico matemático, movimiento corporal y análisis de conflictos. Detalla que el ser humano tiene algo que se llama sistema neurosensorial transmisor del proceso matemático y cuando se hace el conteo mental de las veces que ensarta la perinola, allí se genera una transmisión de información, las neuronas se conectan entre sí permitiendo el análisis de situaciones cada vez a mayor velocidad, además de ampliar la capacidad de prestar atención, memorizar y leer.
Coroba recuerda que a los juegos tradicionales se les llama así porque fueron desarrollados por los hijos de la población europea, esclava e indígena durante la época colonial, entonces los niños se divertían con juguetes como los papagayo, yoyos, gurrufíos, perinolas, entre otras piezas que fueron recreadas y adaptadas, según la creatividad del venezolano para su entretenimiento y pasaron de generación en generación, manteniéndose en el tiempo.
Adentrarse en los beneficios y desarrollos que se logran al practicar estos juegos no fue de la noche a la mañana. Con la llegada de la tecnología el interés por desarrollar las habilidades académicas fue apagándose entre los jóvenes, los niños dejaron de jugar con otros, pues ahora con un dispositivo en la mano, sólo con mover un dedo se entretienen. Dejan a un lado las actividades que les permitirá desarrollar pensamientos críticos para enfrentar dificultades a lo largo de la vida.
A María Duarte, madre de un niño de cinco años, le causó mucha curiosidad que le mandaran a jugar con su hijo «Loco escondido», él perdía la concentración muy rápido, por lo que fue a consulta con un psicopedagogo y ese fue el resultado del estudio que le practicaron. Para Coroba esto fue lo más acertado, porque además de alargar los tiempos de concentración, el niño fortalece la base de la investigación, al jugar debe analizar e investigar, sin darse cuenta, dónde está la persona o el objeto escondido, porque no es sólo adivinar.
Captar la atención visual, pensar, ser ingenioso, creativo, lograr hacer figuras, tener paciencia y manejar el tiempo y el espacio son algunas de las habilidades que se logran jugando yoyo. De igual forma, volar papagayo resulta de gran beneficio porque el niño venezolano lo transformó en inteligencia emocional de competencia y comenzó a pensar cómo hacer para que sea más grande, para que vuele más alto, para que sea capaz de derribar a otro, para cambiar el diseño y que no sólo sea rombo. Desarrolla en el cerebro habilidades matemáticas, estructura geométrica, análisis de conflicto e ingenio.
En el caso del gurrufío, Coroba recuerda que en un principio era hacerlo girar para que sonara; sin embargo, ayuda a los jóvenes a mejorar la letra, a tener un buen agarre del lápiz al tomar dictado, aunque para algunas personas sea difícil de creer, en el dictado hay que tener un tiempo para un buen agarre y darle velocidad a las letras altas y bajas, y estos movimientos son los que se hacen al hacer sonar el gurrufío. Da el compás y la estructura psicomotriz para subir y bajar la mano al hacer el trazo de las letras en el tiempo necesario para tomar el dictado. De allí la importancia de los juegos tradicionales.