Osman Rojas | LA PRENSA.- Sentado en una acera el señor Julio Vásquez espera que termine el día. Junto a él está un carrito de raspao que tiene escrita la palabra “rico y frío”. Lo llamativo del eslogan no atrae a los clientes, son las 11:46 de la mañana y Vásquez no ha vendido el primer helado.
“Esto no es como antes. Ni en las escuelas los niños están comprando el raspao”, dice el hombre mientras se quita la gorra para limpiarse las gotas de sudor que caen por su frente. “Hay una pepa de sol y ni aún así la gente sale a comprar helado”, comenta.
La crisis en las ventas del tradicional helado obedece a una sola cosa: en las calles no hay efectivo y cada billete es muy preciado para las personas. “El raspao vale 25 mil bolívares, comparado con otras cosas es muy barato pero cuando uno dice que el pago es con efectivo la gente arruga la cara y se va”, dice.
La situación para los raspaderos es tan difícil que Miguel Sánchez, hombre que tiene 15 años trabajando con raspao en el centro de la ciudad, confesó al equipo reporteril de La Prensa que tenía 10 días sin trabajar porque no conseguía dinero para comprar la materia prima.
“Esto ha ido perdiendo calidad. Yo ya no le pongo leche condensada al helado porque cada pote me cuesta 300 mil bolívares. La variedad de sabores también ha ido desapareciendo porque si alcanza para uno no hay para otro y hasta las presentaciones se ven afectadas por el precio de los vaso. Yo ya no trabajo con el grande porque cuesta más”, lamenta.
Tan difícil es reponer inventario que Sánchez decidió aliarse con tres raspaderos más para poder comprar un paquete de 100 vasos. “Pusimos 500 cada uno y nos repartimos el paquete. Los 25 vasos que me tocaban son los que utilizo para trabajar”, dice el hombre.