Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.– La inocencia y dulzura de los jóvenes con síndrome de Down puede complementarse con el talento y responsabilidad para asumir otros compromisos. Pero desde la Asociación Larense de Síndrome de Down (Alasid), lamentan que con la pandemia por covid-19 se acentuó el desinterés por la ocupación laboral, estimado en 2%; sin embargo, continúa la necesidad de la educación formal más allá de los 15 años de edad.
A pesar de esta realidad, se recuerda el Día Mundial del Síndrome de Down, por este motivo hoy a las 9:00 de la mañana se efectuará el acto central en el Colegio de Médicos con la misa de acción de gracias y la puesta en escena de estos jóvenes en la expresión larense del tamunangue, joropo y baile de las burriquitas.
Entrar al campo laboral es la premisa que reitera la profesora Fátima de Fernández, quien pertenece al equipo fundador de la asociación, es docente de Música y madre de la alumna Gabriela. «No hay solicitudes, a menos que una empresa esté presionada», señala de esas pocas excepciones de reconocer los derechos a las personas con discapacidad o alguna condición por la Ley del Trabajo. «Sólo cuando obligan a los patronos, de lo contrario se hacen los desentendidos».
Reconoce que la coyuntura del país venía comprometiendo la economía y con los períodos de cuarentena las empresas sintieron un golpe que bajó la productividad y la reducción de personal. «Antes se tenían algunas respuestas, pero la directiva tocaba puertas para recordar la disponibilidad de los jóvenes», acota que con la aprobación, capacitaban al joven en el área determinada y complementaban con el adiestramiento en la empresa previo el ingreso. La ocupación laboral se ha venido dando con más seguridad entre negocios de familiares de estos jóvenes con dicha discapacidad.
Jesús Mijares es otro miembro activo de Alasid, padre de Geormary, de 34 años, quien se ha destacado en la selección nacional de natación, en modelaje, danzas y hasta en taekwondo. Resalta que extienden la formación a quienes ya cumplieron su escolaridad regular y les tocó adaptarse a las estrategias para la proyección virtual. Un proceso que incluyó a los padres, por ser el principal apoyo para el aprendizaje en casa.
Aún siendo una de las fuentes aliadas para la formación, manejan una población de 63 miembros desde los 15 a 50 años. Pero con la pandemia están afectados por los traslados a la sede principal en la urbanización Santa Elena, al este de Barquisimeto. Una zona de poco acceso a la mayoría que no cuenta con vehículo propio y aún en caso de tenerlo, pueden presentar problemas para surtir combustible. Viven en lugares dispersos de Cabudare y hacia las parroquias El Cují, Tamaca y Ana Soto.
La prioridad en este momento es que las autoridades puedan cederles otro espacio más céntrico, para garantizar el acceso.
Pueden tener una larga trayectoria
Según Fernández, el potencial de estos jóvenes puede ser aprovechado al máximo. Recuerda 3 casos que son obreros educacionales con 8 años de servicio. Otro que cuenta 11 años de trabajo en una reconocida zapatería del centro de Barquisimeto. Mientras se tiene otro par de jóvenes en una clínica céntrica.
Ellos se concentran y pueden desempeñarse en cargos de asistentes administrativos, en cafetín y hasta atención al público.