Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Empiezan a temblar y el llanto es incontrolable. Esa fue la reacción de dos hermanitas de 4 y 2 años de edad al confundir al equipo de La Prensa con médicos y estar cansadas de tantas inyecciones. Cumplen tratamiento por leishmaniasis, mientras el programa sanitario confirma casos aislados en las siete zonas endémicas de Iribarren y la octava en Jiménez. Además de la atención de 16 pacientes con lepra en los últimos 5 años. Especialistas lamentan que se trate de infecciones crónicas que vienen desde lo rural a golpear sectores urbanos desposeídos.
Dentro del contexto, Lara tiene a su municipio capital entre los principales focos sin rebrotes, según la autoridad sanitaria, pero con los registros consecuentes de estas áreas endémicas por naturaleza, siendo zonas boscosas y con quebradas. El tema es común entre habitantes de El Jebe, barrio La Feria, Cuesta Santa Bárbara, El Ujano, El Manzano, Río Claro y Barrio Bolívar. Otro sitio de interés es Cubiro, en el municipio Jiménez.
Es la suma multifactorial que acumula las alertas por los reservorios de mosquitos, la proliferación de desechos sólidos, imprudencia de las familias al construir sus viviendas prácticamente a orillas de las quebradas y que progresivamente se van transformando en especies de vertederos. También por las deficiencias de los servicios públicos, la recolección del aseo urbano o en el suministro fijo del agua, aunado a las limitaciones en la higiene de los hogares a causa de las carencias socioeconómicas porque no pueden tener un piso de cemento para evitar tanto polvo a lo interno.
Según la doctora Doris Loyo, coordinadora de Dermatología Sanitaria en la región, no se tienen rebrotes y con la lepra hay 16 pacientes en tratamiento durante estos últimos 5 años, de los cuales 2 son recientes, correspondiendo uno a Carabobo y el otro de Lara. Aclara que también incluyen casos provenientes de estados vecinos, como Portuguesa y que prefieren el control en la entidad. «También se atienden a familiares cercanos para evitar más infectados», hace referencia a que son atendidos cada trimestre y de acuerdo a la evolución pasan a semestral.
En cuanto a la leishmaniasis, señala que tampoco tienen alza, pero siguen aislados los provenientes de áreas boscosas, donde prolifera el parásito protozoario del género Leishmania.
Ricardilis Hernández, directora regional de Programas de Salud, añade que al tener el diagnóstico determinan la ubicación del paciente e implementan fumigaciones. También insisten en las comunidades sobre el uso de repelentes al final de la tarde, que reconozcan las lesiones y acudan a especialistas, sin descuidar la higiene en el hogar y en las zonas afectadas.
Cadena inevitable
La vigilancia exhaustiva de las zonas endémicas es la primera advertencia de René Rivas, presidente del Colegio de Médicos en Lara, recordando la constante prevención, más allá de limitarse a lo curativo. «Se debe recordar que se trata de enfermedades que vienen de lo rural y se terminan asentando en lo urbano«, precisa de ese golpe sin piedad que puede terminar de contagiar a varios miembros de una familia de escasos recursos.
Las pésimas condiciones a favor entre habitantes de sectores populares se ven abrumadas por el poco acceso a los servicios públicos. Rivas lamenta que se trata de comunidades sin la garantía fija del agua potable, fallas del almacenamiento de la misma, red de cloacas colapsadas e incluyendo sus pozos sépticos. La realidad socioeconómica también los golpea con la alta tasa en desnutrición y sin ingresos fijos que les permitan adecuar sus residencias para garantizar higiene.
Quedan marcados
El equipo de La Prensa recorrió los barrios La Feria y El Jebe de Barquisimeto, consiguiendo varios casos de niños que quedan marcados por el temor a ese tratamiento contra la leishmaniasis, que va entre 20 a 40 inyecciones, mientras otros señalan esas huellas que son de una cicatrización profunda por una lesión que tardó hasta 2 años en tratamiento y control permanente hasta el alta médica.
Desde el sector Negra Matea de El Jebe, Dimas Sandoval cuenta lo que han vivido con sus nietas de 4 y 2 años. No les ha faltado el tratamiento por parte del Estado, pero el llanto es inevitable frente al temor por esas 20 inyecciones mínimas para calmar esas úlceras que intentan carcomer nariz, frente, brazos y piernas.
Cumplen con el lavado diario con agua destilada y jabón azul, pero es inevitable que sus piernas se tiñan del blanco de la tierra. Su casa no tiene piso de cemento y en el improvisado baño de láminas de zinc se aprecia el agua almacenada.
Mientras en La Feria también hay dos hermanas, quienes ya fueron dadas de alta. Su padre Luis Colmenárez recuerda esos momentos de desesperación y muestra cómo quedaron marcadas, siendo evidente las cicatrices en la mejilla, y la otra en la parte inferior de la pierna. «Le dieron los tratamientos, pero es una enfermedad lenta«, explicando que lo que sospechaban se trataba era de una simple lesión cutánea.
Son familias que no salen del asombro frente a este tipo de infecciones y piden no volver a sufrir estos episodios, sin poder cambiar ese contexto que los lleva a vivir en esas zonas y compartiendo el hábitat con todos los factores de riesgos.
Debe ser detectada a tiempo
El diagnóstico debe ser a tiempo y así evitar que se transmita a otras personas del círculo cercano del paciente. Según el epidemiólogo, Iván Molina, es importante que no se den largas en la detección, considerando los riesgos de sólo atenderse con un médico general y sin los estudios facultativos que permitan referirlo a un especialista.
Confirma que en la mayoría de los casos ni llegan a sentir dolor y el síntoma más común suele ser incomodidad o sensación de irritación que termina en picazón. «No deben confundirse porque el paciente puede complicarse», advierte el especialista, e hizo mayor insistencia por las zonas montañosas, cercanos a quebradas contaminadas.
También aclara que el diagnóstico a tiempo los refiere al área de dermatología sanitaria, donde son atendidos para suministrar el tratamiento. La higiene es el principal llamado para evitar la proliferación de úlceras en varias zonas del cuerpo. Se debe cumplir el tratamiento completo, sin saltarse el procedimiento médico porque impide la curación.
Viven en zozobra al saber los riesgos
«Vivimos prácticamente encerrados entre dos quebradas», ese es el miedo que siempre tiene Beatriz Colmenárez en barrio La Feria, luego de ver a 4 nietos que superaron esas profundas lesiones de la leishmaniasis. Ella lamenta que están residenciados prácticamente al final de las quebradas que atraviesan a Barquisimeto en las calles 9 y 13, además de tener cerca al Río Turbio.
Comenta que se siente más tranquila con el ventilador encendido durante toda la noche, pero cuando les toca dormir entre las horas de cortes eléctricos opta por encender varios Plagatox para esfumar la plaga. Le tiene pavor al vector y confiesa que hasta le ha tocado quemar cartones de huevos para espantar a los mosquitos.
«Uno se las ingenia y toca ser creativo», dice mientras sonríe y se lleva la mano a la cabeza, confesando que a falta de los cartones de huevos aprovecha los tubos de cartón del papel higiénico y realiza una especie de clineja, cuyo trenzado va quemando lentamente y así lograr su objetivo.
También admite que los habitantes hacen todo lo posible para evitar que los niños estén jugando en la calle a final de la tarde. Saben que a partir de las 4:30 pm es una hora habitual para que se alboroten los mosquitos. «Se toman estas medidas para no estar bañados en repelentes», exclama de un producto que no incluyen en el presupuesto familiar.
Cuando conocen de algún caso activo, precisa que toman la previsión de evitar contacto con ese paciente y hasta con cierta desconfianza de los familiares más cercanos. Están conscientes de lo contagioso que puede ser esta infección crónica y del tiempo prolongado para la recuperación.
«Por aquí existen varios casos e incluso hasta lograron mudarse e irse del país», dice al recordar a un joven que estuvo tan avanzado y casi llega a perder un ojo. «Es una especie de volcán que va carcomiendo», dice mientras pide a Dios que el resto de sus nietos o sobrinos no terminen contagiados.
Lo único que agradecen es el tratamiento y también piden más conciencia de los vecinos, para evitar la proliferación a causa de los vertederos de basura acumulada en las residencias cercanas.