Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Unidades de hasta 40 años y las más nuevas son buses Yutong que casi llegan a una década. Es el panorama de la mayoría de la flota envejecida del transporte público de Iribarren y Palavecino que pronto será sometida a revisión por la Autoridad Metropolitana de Transporte y Tránsito (AMTT), para definir la clasificación y la necesidad de programas que permitan financiamiento de mejoras. Una realidad, ante la mayoría con pérdida de unidades, conductores se ven forzados a aprender mecánica para ahorrarse gastos porque no pueden cubrir el costo superior a $500 de latonería o tapizado de un par de butacas en $200.
El desfile de busetas en las estaciones de servicio deja clara la doble realidad que desafía a los transportistas, laborar y hacer cola. Se observa el cansancio y sudor en sus rostros cuando pasan más de 4 horas de espera.
Además, la mayoría de las unidades data de los años 80 y 90. Con retazos de lata cubren los orificios de la carrocería y aquellas partes corroídas encima de los cauchos, lo que se extiende hasta casi toda la buseta. Son señas de desgaste que se repiten en las unidades. Se puede ver a un chofer debajo ajustando unas mangueras del radiador y así poder seguir avanzando en la cola. No se puede dar el lujo de poner en riesgo el motor, porque repararlo supera los $1.000 y sin contar otro tipo de fallas graves, como la caja de cambios.
«Estamos ante una flota envejecida y no podemos hablar de que algunas unidades estén en óptimas condiciones», señala Torcate del estado del parque automotor. Con la revisión esperan clasificarlas como tipo I para aquellas en buenas condiciones, II a las aceptables y III las deficientes que serían la mayoría. No adelanta estimaciones porque hay que esperar ese chequeo para establecer programas para la renovación y repotenciación, con un respaldo o facilidad de financiamiento.
Una falla en el carburador con un bote de gasolina generó el incendio en una buseta de Los Teques que dejó siete heridos. Esto ocurrió el pasado jueves en la capital del estado Miranda. Pero es un riesgo que también enfrentan los transportistas en Lara, por lo que les toca aprender de mecánica y sólo así intentar mantener la unidad colectiva.
Es la radiografía del deterioro que se aprecia en las colas de estaciones de servicio. Un desfile de colectivos con latonería que se cae a pedazos, cauchos reparados, pisos con retazos de láminas y algunas con la mayoría de asientos rotos, cuya tapicería ha desaparecido y deja ver el relleno.& ;
Sus rostros sudorosos mostraban el cansancio, como el de Pedro Silva, quien llevaba más de 3 horas en cola para surtirse de gas de una bombona que le da para tres vueltas hacia el norte de Barquisimeto al día. «Lo más complicado es que uno debe ingeniárselas porque al trabajar a gas se consume más aceite y no se puede estar cambiando aceite a diario», se queja. Su unidad es de 1984 y necesita invertir en latonería, así como cambiar algunos cauchos. El gran problema es que no tienen el «pote» (ahorro) de reserva para el mantenimiento y debe optar por tener la presión de jugar un «bolso».
Los usuarios también se quejan por las condiciones de unidades y que los transportistas de ciertas rutas se empeñan en sobrecargar entre pasillos que ni permiten avanzar. «Muchas tienen los asientos dañados y con daños en latonería«, señala y se queja de la falta de una campaña para el respeto del carnet de adultos mayores que les cuesta hasta humillaciones de algunos colectores.& ;
Un servicio que sobrevive esperando el apoyo de planes de financiamiento.
La merma es visible entre esas líneas que han disminuido su flota. Así lo lamenta Giovanny Peroza, presidente del Sindicato de Trabajadores del Transporte Automotor de Lara, al comentar que de las 5.000 unidades que se tenían antes de la pandemia entre Iribarren y Palavecino, al comparar con el último registro de Fontur se bajó a un aproximado de 1.500 unidades. Todo por las dificultades para el mantenimiento y que las fallas graves los obliga a parar las unidades.
De allí que se necesita la revisión de la AMTT, porque su titular conoce que del último registro se tenían un estimado de una flota de 4.000 unidades, con la mayoría de colectivos (busetas) y alrededor de 600 como rapiditos (carros de 5 puestos).
Sus cuentas tienen montos altos, cuando recalca que las bujías pueden costar hasta $50, un caucho asciende a los $150 y el aceite que debería cambiarse cada 15 días, pero suelen extenderlo hasta un mes. Lo más caro sería reparar un motor, cuesta entre $1.000 y $2.000.
Con ese «poco a poco» recurrente en transportistas para ir acondicionando las unidades, los trabajos de latonería quedan para el final. No por capricho, sino por la falta de presupuesto que sólo les permite atender las fallas puntuales.
Freddy Rojas, desde su taller explica las exigencias en este tipo de trabajo, mientras uno de sus empleados termina de pulir una modelo vans. Recalca los gastos que implican cortar y soldar, además de materiales como pinturas, masilla, lijas, fondo y otros.& ;
La referencia es una vans que deben reparar orificios, limpiar del óxido y pintar que podría costar un estimado de $1.000, considerando $500 en materiales e igual para mano de obra. Dependiendo de la unidad, puede necesitar entre 3 a 4 galones de pintura, además de garantizar el brillo.
Una puerta de un rapidito, la intervención cuesta a partir de $70, la recuperación de pisos de una buseta está entre 300 a $400.
Advierte que las áreas más expuestas a daños de latonería son las de alrededor de los cauchos, por tener más contacto con el polvo, retener la humedad diaria por cloacas y otros. Es un trabajo que implica empezar a recuperar desde adentro hasta afuera. Son exigencias que van más allá de un retazo de lata, una salida provisional que se extiende hasta poder reunir el dinero y llevar la unidad al taller.
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